Capitan de peregrinos
Manuel Aparici, «una gloria y corona de la Diócesis de Madrid, singular y deslumbrante», un día, respondiendo a la llamada del Papa, «capitaneó» a toda una generación juvenil en un largo peregrinar de doce años, que culminó en la gran cita ante el Apóstol Santiago en 1948, la mayor peregrinación llegada nunca a Compostela, meta de perenne peregrinación para impulso y sostén de un renacimiento cristiano, en cumplimiento del voto de peregrinar para llevar almas de jóvenes a Cristo y hacer de España la soñada Vanguardia de una Cristiandad «ejemplo y guía para el mundo profundamente enfermo», urgida por S.S. el Papa Pío XI. La frase le impresionó y la tomó como bandera.