En esta nueva etapa, pasó horas muy difíciles, pero tuvo tanto cariño, tanta energía y tanto entusiasmo por la Obra, que cuando en 1941 deja la Presidencia para ingresar en el Seminario, la Juventud de Acción Católica es una Organización viva y activa que florece en innumerables vocaciones y en la que ser heroico era algo absolutamente normal.
«Ante la reciente liberación de distintas capitales, visita al Arzobispo de Burgos y le expone la urgente, urgentísima, necesidad de organizar los Centros Parroquiales, para lo cual era indispensable la ayuda de muchachos ya capacitados … pues los pocos con quienes contaba se han diseminado por las distintas capitales recién liberadas» [152].
El problema más importante que tenía la Juventud de Acción Católica en aquellos años era cubrir los huecos dejados en sus cuadros directivos por los siete mil mártires –Dios se había llevado a los mejores–, pero resultaba difícil ... buscar las personas adecuadas que pudieran dirigirla y, sin embargo, era urgente cubrir rápidamente esos puestos.
En la Asamblea Nacional de Toledo se trató también la reorganización de la Obra y las actuaciones más aconsejables durante el año 1940. Se animó a los Consejos Diocesanos a reanudar la organización de Cursillos de Formación de Dirigentes. Así, en dicho año se organizan los primeros Cursillos de Formación en varias Diócesis, además de los Cursillos Nacionales y de Formación de Profesores de Cursillos a los consejeros y propagandistas del Consejo Superior dirigidos estos últimos por él.
La satisfactoria experiencia obtenida con ellos anima al Consejo Superior a proseguir el camino emprendido y a proponer a los Presidentes Diocesanos un plan orgánico y completo de formación de dirigentes del que nacieran los cuadros eficientes que la Acción Católica juvenil necesitaba y les ofrece su ayuda.
Comprendía este plan: Cursillos de Adelantados de Peregrinos (dirigentes diocesanos), de Jefes de Peregrinos (dirigentes comarcales y parroquiales), de Guías de Peregrinos (jefes de decuria) y de Instructores Parroquiales de Aspirantes.
En esos años, la Obra se consagra a la tarea de formación de dirigentes y a la intensificación de los trabajos apostólicos, no sólo en el campo de la Acción Católica, sino en todas las instituciones sociales, infundiendo en los miembros de la Rama una verdadera y auténtica orientación apostólica para la vida, que la hacía reaccionar en todo instante como enviados del Señor.
De esta situación Manuel Aparici informa al Director Seglar de la Junta Técnica Nacional de Acción Católica, Alberto Martín Artajo, le adjunta el Plan de Formación, con su cuadro de estudios: materias, asistentes, profesorado, etc. y solicitud de matrícula y le pide presente su solicitud de ayuda económica a la Asociación de Fomento de Obras de Acción Católica [153].
Esta renovación era todavía más difícil toda vez que «tras la enorme sangría de la guerra –escribe Manuel Aparici– viene ahora otra no menos gloriosa mutilación en el cuerpo de la ya veterana Juventud de Acción Católica. A centenares, estos jóvenes, se dan a los Seminarios y a los Noviciados para cubrir los huecos de los 11.000 sacerdotes sacrificados por los enemigos de Dios … [154]. Muchos renunciaron a sus carreras recién terminadas o a un brillante porvenir ya al alcance de la mano» [155].
Una vez más, volvió a ser el hombre de absoluta dedicación a esta tarea, «el instrumento “natural” del Señor por su historia anterior y por su labor en aquellos años en los cuales el espíritu de la Juventud sale enfervorizado», dice Mons. Maximino Romero de Lema. Continuaba de Presidente Nacional a pesar de que ya contaba casi con 37 años [156]. «Es más, en marzo de 1941 –según se lee en su Diario– ostentaba la doble Presidencia: Nacional y Diocesana».
«En esta Mesa de Consejos nos sentábamos ... los miembros del I Consejo Superior de postguerra y sus colaboradores. Que yo sepa, dos o tres han llegado a ministros, varios a Directores Generales, etc. ... Yo estaba allí inmerecidamente, entre aquellos muchachos de extraordinaria valía, gracias al afecto personal del Presidente Manuel Aparici ... » [157].
«Llega a la Capital con las primeras tropas» [158] y «se entrega apasionadamente a … la reconstrucción espiritual … de la España de la posguerra, pues se consideraba responsable de toda la juventud española y quería hacerlo a través de la Juventud de Acción Católica» [159].
«Concibió una nueva sociedad ... basada en los valores cristianos … Luchó por desarrollar la Juventud, hacer llegar a todos la llamada de Cristo a los jóvenes y preparar dirigentes para la sociedad ... Fue una tarea ardua, difícil, que requirió de él una fortaleza, un gran esfuerzo y una continuidad que exigía grandes sacrificios. Se dedicó en cuerpo y alma a la Juventud. Y en esta situación siempre se le vio tranquilo, optimista, dispuesto, alegre ... » [160].
«La Acción Católica fue la institución que mayor bien hizo en todos los sentidos y la que mejor colaboró en la Iglesia para la reconstrucción de España, sobre todo la Juventud y al frente de ella su líder indiscutible Manuel Aparici. Los Centros de Acción Católica se extendieron por toda España sin ningún tinte político, partidista o de otro signo “dándoles un sentido peregrinante” [161]; eran la expresión evangelizadora y apostólica de la Iglesia de Jesucristo, ¡cuántas heridas curaron, cuánta ruina espiritual, moral y humana levantaron, cuánta formación integral (hasta clases para analfabetos tenía organizadas en los Centros), cómo se estimuló la vida de gracia … !» [162].
La orientación que trató de dar a la Juventud de Acción Católica fue la de «peregrinar hacia la santidad». «Una línea providencial fue tomar como gran objetivo la peregrinación a Santiago. Allí debía haberse tenido en el Año Santo de 1937 el gran Congreso–Peregrinación. Manuel Aparici retoma la bandera y comienza a organizar los “Cursillos de Adelantados de Peregrinos” … » [163]. « En una España devastada por la guerra y no sólo en el orden material, había que tener mucha fe para ir adelante con el propósito de la peregrinación.
El Consejo revisa la Obra y acuerda, entre otras cosas, visitar las Uniones Diocesanas recién liberadas. Inmediatamente se pone en contacto con todas ellas. Son desmovilizados algunos consejeros y propagandistas, pero el Consejo no logra su normal funcionamiento hasta vencido el verano.
Manuel Aparici visita todas las Diócesis españolas [164]. «Su insistencia ante los dirigentes de la Juventud y ante los Obispos era siempre la misma: había que formar a los jóvenes españoles con un espíritu evangélico de amor al prójimo y de gran sentido sobrenatural, insistiendo en los aspectos positivos del cristianismo. Citaba a menudo los versículos de un Salmo: “Corrí por el camino de tus mandamientos cuando dilataste mi corazón”» [165].
Así, se reabren y se crean otros Centros Parroquiales tras ser licenciados los Centros de Vanguardia.
Entretanto, estalla la segunda Guerra Mundial (el 1 de septiembre de 1939). Sin embargo, estimulados por él y los suyos se sentían peregrinos por más que el estallido de ésta fuera un nuevo obstáculo para poder fijar la fecha de la peregrinación. Pasaría un Año Santo Jacobeo antes de poder fijar la fecha, que finalmente sería la del Año Santo de 1948. Dieciséis años después de ser propuesta.
«En los 65 años que tengo –afirma José Díaz Rincón– jamás he conocido algo igual a aquella actividad en la vida de la Iglesia, y eso que no he dejado de militar a tope en ella».
1. La obra de reconciliación y del perdón
«Su profundidad en la asidua meditación del Evangelio le daba como fruto el amor a todos ... Era ocupación de todos los días» [166].
«Una de las preocupaciones más grandes que tuvo ... –precisa Mons. Maximino Romero de Lema– fue la reconstrucción espiritual de la España de la postguerra ... dedicándonos principalmente a las cárceles, presos y familiares, pues en su opinión era el problema más grave en esos momentos para la juventud». «Con ellos y sus familiares hizo una impresionante labor humana, caritativa, social y apostólica» [167]. « ... Y, como expresión de todo ello, la caridad para con el prójimo» [168].
«Fue una labor enorme que no ha sido suficientemente apreciada, pues abarcó todas las cárceles de España y tuvo una proyección extraordinaria en todas las familias» [169].
«Su influencia en la reconstrucción espiritual de España en la posguerra –asegura el Rvdo. Antonio Garrigós Meseguer– me parece muy importante. Sobre todo porque supo crear un estilo de vida cristiana ... Creo que es muy reveladora una anécdota que escuché en aquellos tiempos: un hombre que estaba en la cárcel ... escribía a su mujer: “si veis a una persona que lleva en la solapa una crucecita verde, confiad en él: lo encontraréis dispuesto a ayudaros”. Aunque esa actitud de curar heridas ... fue adoptada por muchos católicos en aquella época ... fue una característica muy acentuada en Manolo y en la Juventud de Acción Católica que él inspiró ... . Creo que fue uno de los elementos que configuró un modo de ser español de la posguerra ... Sólo Dios sabe hasta donde esa semilla fecundó el porvenir de nuestra Patria».
2. Hacia el Sepulcro del Apóstol
A poco tiempo de finalizada la guerra, concretamente el 21 de mayo de 1939, saluda, en nombre del Consejo Superior, a todas las Uniones Diocesanas y les dice:
«Jóvenes de Acción Católica, en pie. La lucha comienza. En el caminar hacia el Sepulcro del Apóstol, empezado hace tres años, ha llegado la hora de la lucha del espíritu en la hora de la paz ... No puede haber decaimiento» [170].
El viejo anhelo de los «100.000 santos para Santiago» adquiere profunda resonancia durante los años 40 hasta que se concreta en la peregrinación a Santiago de Compostela en 1948.
Toda esta etapa de la Juventud de Acción Católica (1939/1948) produce un impacto decisivo en el apostolado seglar español. La Acción Católica en todas sus ramas toma las líneas fundamentales del planteamiento apostólico juvenil; y otras organizaciones seglares se ven influenciadas por el esquema básico de la Acción Católica.
Los años de preparación de la magna peregrinación a Santiago son años de gran trabajo y elevado espíritu sobrenatural, así como de una intensa actividad de apostolado en todas las Diócesis y de peregrinaciones a distintos santuarios de España, empezando por el Pilar. Todo enderezado a vigorizar la vida sobrenatural … Entretanto, hasta llegar el año 1948, tienen lugar un torrente de Cursillos de Formación de Dirigentes y de Adelantados de Peregrinos» [171].
Cinco días después de su saludo a todas las Uniones Diocesanas, el 26 de mayo, se reunía en Madrid el pleno del Consejo Superior para tratar de la peregrinación a Santiago. Delibera si se debe acudir este año a Compostela o aplazar la peregrinación hasta después del año 1940, para acudir en dicho año a Zaragoza con motivo del XIX Centenario de la venida en carne mortal de Nuestra Señora. Acuerda aplazarla para fecha más oportuna si desde entonces al 15 de septiembre no han podido encontrarse los medios necesarios. Hechas todas las gestiones posibles, no se logran, y en la VII Asamblea Nacional celebrada en Toledo del 15 al 17 de diciembre de 1939 –a la que ya nos hemos referido con anterioridad–se acuerda, entre otras cosas, aplazar la peregrinación y proponer la celebración de la de Zaragoza en agosto/septiembre de 1940, como una nueva etapa, preparatoria y necesaria de la peregrinación a Santiago, que es bendecida y aprobada por el Cardenal Gomá, Arzobispo de Toledo y Primado de España.
También se acuerda que la Juventud de Acción Católica jure defender la Asunción de María y su Mediación Universal, así como un plan de estudio de carácter eminentemente mariano e hispánico.
El objeto de la peregrinación al Pilar era lograr –en palabras de Manuel Aparici– que la «Juventud de Acción Católica Española se convirtiera, con la ayuda de Nuestra Señora, en Vanguardia de la Cristiandad hispánica prometiendo con verdadera firmeza servir de fermento y levadura de santidad a la Juventud española», en que todos los miembros vigilasen atentos sobre sí mismos ... «Para acometer esta empresa santamente ambiciosa –añadía– nos hace falta hoy más que nunca la ayuda divina. Nuestros jóvenes tienen que volver de Zaragoza con el alma llena de inquietudes y ansias apostólicas».
El de la peregrinación a Santiago era iniciar con las Juventudes de Acción Católica de Hispanoamérica una actuación común que tendiera a hacer de la Hispanidad esa Cristiandad.
Seguidamente se inicia su propaganda, siendo el primer acto la ofrenda que en la madrugada del día 2 de enero de 1940, en el Pilar de Zaragoza, hace a María el Presidente Nacional, Manuel Aparici, en nombre de toda la Juventud de Acción Católica, que, desde aquel momento, se declara peregrina de un eterno camino de santidad. Después, conminó a la Juventud a que antes de cruzar los caminos de Castilla y de Aragón hacia la Virgen del Pilar, peregrinara hacia dentro.
«Alta la mirada, –les dice– con la vista puesta en la Madre que desde su Pilar bendito nos ampara, prosigamos con dignidad nuestro vivir de soldados de la Cruz y de España» [172] .
Y comienza así la peregrinación de la Juventud, bajo el signo de María. Y engarzándolo todo, el Camino de Santiago. Así, rindiendo una nueva etapa de la ruta jacobea, la Juventud de Acción Católica Española va a dar gracias a la Señora y a pedirle fuerza para hacer de España «ejemplo y guía para el mundo profundamente enfermo»; a ofrecerle la sangre de sus mártires [173], a jurar que defenderá hasta la muerte, si es preciso, la creencia en la Asunción y Mediación Universal de la Virgen María y a comprometerse que por cada uno de los que están en Zaragoza comparecerán siete en Compostela.
Desde entonces no hay reunión comarcal o diocesana que no se articule sobre una peregrinación. Toda la geografía mariana de España se va enhebrando en el nuevo Camino de Santiago que están construyendo los jóvenes de Acción Católica.
Y llega el día soñado. En Zaragoza, 20.000 jóvenes hacen su voto mariano, se presentan como «principio de Cristiandad» [174] y se comprometen a caminar hacia Santiago. Cuatro años después, en septiembre de 1944, siendo seminarista, escribe: «¿No es María la primera Vanguardia de Cristiandad?» [175].
Como primer peregrino, que además fue el ponente del anteproyecto del plan de actuación, hizo la ofrenda de los Jóvenes de Acción Católica y puso la nota emotiva de su anunciado escape al Seminario. Dijo: «No puede haber Vanguardia de Cristiandad sin sacerdotes» [176].
Debido a la prolongación de la guerra en Europa, los jóvenes católicos hispanoamericanos no pudieron acompañar a los jóvenes peregrinos españoles, aunque sí lo hicieron espiritualmente; Portugal, sin embargo, envió lo más selecto de sus jóvenes.
«Cubierta la primera etapa de nuestra peregrinación –diría más adelante– resta ahora cubrir la segunda, en la que presentaremos ante las Hijas de España a toda la juventud de nuestra Patria hecha Cristiandad juvenil ... Es obligado, pues, comparecer en Compostela como dignos descendientes del Apóstol: firmes en la fe, alegres en el sacrificio, amantes de la disciplina, esforzados en la oración y ricos en obras de apostolado» [177].
«El Señor –recordaría en 1944, siendo seminarista– había llamado a la Juventud de Acción Católica a una vocación peregrinante. Estaban cerrados los caminos que conducían a Dios en España y en el mundo. Y un día 1 de febrero de 1936, los representantes de la Juventud arrodillados ante el Pontífice de la Acción Católica, le pidieron su bendición para peregrinar, puesto que peregrinar con fe es abrir camino en las almas al Reino de Dios. Y la bendición fue amplia y generosa y la peregrinación comenzó. La meta era Compostela, allí donde se inició la forja de la Cristiandad española. Pero fue en Zaragoza a orillas del Ebro donde Santiago recibió la mediación de María; por eso la Juventud acordó ir al Pilar y prestar juramento» [178].
3. Cesa en la Presidencia Nacional
Y se llega al 19 de octubre de 1941, fecha en que cesa en la Presidencia Nacional de los Jóvenes de Acción Católica Española para ingresar en el Seminario [179]. El Consejo Superior ha dado lo mejor que tenía, la propia persona de su Presidente. Con él acudieron otros muchos, varios del Consejo. El índice de vocaciones despertadas es expresión de que la Obra crece en santidad.
En su despedida el Arzobispo de Valladolid, Dr. García y García, en el acto de clausura de las Jornadas Nacionales de Oración y Estudio de Presidentes Diocesanos, celebradas en Valladolid, felicita a Manuel Aparici de una manera muy singular, a su «queridísimo Manolo», a quien desde hace muchos años lo lleva en su corazón, e «interpretando el sentir de los demás Prelados de España, le da las gracias por todo lo que ha trabajado por la vida de la Iglesia, fomentando la Juventud Masculina de Acción Católica. «¿Qué ha hecho Manuel Aparici? Muchísimo, –dice el Sr. Arzobispo–. No voy a enumerarlo. Dos datos. Cuando empezó su Presidencia, hace ahora siete años, había 20.000 jóvenes y 400 Centros; hoy, al dejarla, hay 100.000 jóvenes y 2.000 Centros» [180]. Y le da las gracias por lo que ha hecho y por lo que va a hacer.
»¿Qué ha hecho? Trabajar siempre como un joven de Acción Católica ¿Dónde? En la calle, en el centro de recreo, en el taller, en la cárcel roja, en el frente de la caridad. Donde quiera que estaban sus pies, estaba su corazón, estaba su entendimiento. El entendimiento, pensando en la Acción Católica; el corazón y las manos, trabajando para acumular jóvenes, para formarlos y lanzarlos por España [uno de sus grandes amores] como apóstoles para hacer la España grande que soñamos.
»Pero ¿qué estoy diciendo? ¡Qué ganas de perder el tiempo y de agotar energías! Me estoy esforzando por darle la enhorabuena y tengo en la mano un telegrama de Su Santidad el Papa. ¡En pie, jóvenes de Acción Católica! Que vais a oír la palabra del Papa por medio del Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal Secretario de Estado [Eugenio Pacelli]:
»Al dejar Manolo Aparici Presidencia Juventud de Acción Católica Augusto Pontífice, testimoniándole paternal benevolencia por abnegada labor con concesión Cruz Pro Ecclesia et Pontifice, otórgale de corazón implorada bendición apostólica, extensiva nuevo Presidente a quien auguro –¡el Papa! ¡El Papa augura!– continuo acierto elevado cargo y a todos los Presidentes y asistentes al Congreso Nacional Juventud Católica Valladolid» [181].
Por su parte, el Consiliario Diocesano de los Jóvenes de Acción Católica de Zaragoza [182] le agradece cuanto ha hecho por la causa de Dios en la Juventud de Acción Católica y de modo especial por el bien de sus jóvenes.
Una semana después, el día 26, va a Zaragoza a despedirse de la Virgen del Pilar y a ofrecerle la insignia.
Meses antes, a primeros de febrero de este mismo año, los Presidentes de todos los Consejos Diocesanos de España le hicieron un homenaje que consistió en la entrega de una insignia de la Juventud de Acción Católica de oro, esmeraldas y brillantes y un pergamino, en reconocimiento por la obra de apostolado que había realizado en la guerra y en la paz [183].
Con este motivo, anota en su Diario:
«Hoy [9 de febrero de 1941] hace ocho días que los Presidentes diocesanos me tributaron un homenaje. Algo sabía de un pergamino, pero la intervención de Ullastres y la insignia que me regalaron me cogió completamente de improviso.
»Ante aquella letanía que desgranó Ullastres ¿sabéis quien os guió en los años difíciles ... ? ¿Sabéis quién forjó los Centros de Vanguardia?, etc. etc. Yo iba diciendo por lo bajo, el Señor.
¡Quisiste servirte de lo más bajo y deleznable para mostrar tu amor a las almas! ¡Bendito seas mil y mil veces por tus infinitas misericordias!
»Pero este homenaje tiene un significado muy hondo. Todos estos buenísimos muchachos me agasajaron y aplaudieron creyéndome muy tuyo, pero tú sabes, Dios mío, cuan poco me he dado a ti, si es que me he dado algo; tú sabes cuantos obstáculos pone la miseria de mi nada a tu gracia; tú sabes, Señor, que mis infidelidades, ingratitudes y pecados son más numerosos que mis cabellos. Mas, a pesar de todo, confío en ti. Como tú me hiciste decirles: Tú no naces a cada momento sobre los altares, en las almas que vuelven a la gracia y en las que entran en la gloria del Padre, para fracasar ni ser vencido, que tus nombres son Dios Fuerte, Admirable, Mesías, Socorro del Padre, Ungido, Libertador, Príncipe de la Paz, Rey del siglo futuro, y tú triunfas siempre en los que tienen buena voluntad de darse a ti. Dame, Señor, tu gracia para tener esa buena voluntad.
»Pero, ¡qué digo, Dios mío! Si todos esos jóvenes no son sino instrumentos tuyos por los cuales tú quieres ungirme. Si con su palabra tú me dices que me entregue y, puesto que lo quieres, quieres también darme tu gracia.
»Así me lo decías hace un momento desde la Hostia Santa: “Yo he venido a poner fuego a la tierra, ¿y qué he de querer sino que arda?” Yo he venido a poner fuego a la tierra de tu corazón y qué he de querer, amado mío, sino que arda en amores de mis almas.
»Confía en mí, que el fuego de mi Corazón consumirá la escoria del corazón tuyo. Confía en mí, que yo te abrasaré en mí sed, y con ella y por ella tú vendrás del todo a mí, para que te dé mi agua viva con la que me ganes almas y aplaques mi sed» .
4. De esta forma vivió su Presidencia
«Al tomar las riendas del Consejo –dice Manuel Martínez Pereiro– quiso ir aprovechando las colaboraciones que tenía a su alcance para organizar y poner en marcha los Secretariados que debían impulsar las diversas actividades; el de Piedad se lo reservó para sí mismo».
«El Consejo estaba constituido por 16 jóvenes, y a las reuniones plenarias se sumaban los Presidentes de las nueve Archidiócesis. En su inmensa mayoría eran universitarios muchos muy valiosos y brillantes, y algunos ya profesionales. Manuel Aparici era muy inteligente. Procedía de una carrera técnica, no era lo que entonces se decía un “universitario”. Aceptaba con alegría la valía de todos, pensando en el bien de la Juventud de Acción Católica, y nunca tuvo complejo alguno, y escuchaba a todos muy bien. Él sabía que estaba allí para “salvar almas” como entonces se decía y lo que hacía falta era ser santos, y ésta era la carrera de todos. Lo demás eran instrumentos. De hecho había amistad y caridad entre todos, integrando los diversos pareceres ... » [184].
«El Consejo iba funcionando –sigue diciendo Manuel Martínez Pereiro– como un verdadero equipo cordial y fraterno con jornada de tarde completa … Manuel Aparici repartía íntegramente sus tardes entre la dedicación a la Obra, a las clases de latín –éstas sí de verdad, y con profesor propio– y para profundizar su formación con vistas a su carrera sacerdotal, que tuvo siempre muy presente, y a recibir sin limitación alguna a cuantos jóvenes se lo pedían.
»Aquella dedicación se extendía a todos los aspectos de la Obra, incluido el económico, siempre deficitario. Su lema era: “Hay que hacer lo que se debe, aunque se deba lo que se hace”. Pero siempre con gran prudencia para evitar situaciones difíciles; su afán de captar colaboradores llegaba también al mundo económico.
»Acudía al Monasterio de Silos, solo o acompañado por otros Vocales, siempre que deseaba meditar o estudiar algún tema de importancia».
«Buscaba los valores cristianos por encima de todo –asegura Mons. Maximino Romero de Lema– ... Promovió grandes e importantes peregrinaciones. Además, quería a la Juventud unida al Papa y a los Obispos.
»Trabajaba por la gloria de Dios con entrega, celo sobrenatural y fervor ... ».
Su norma de vida desde los 27 años será el que «yo me santifico, me ofrezco por víctima para que ellos sean santificados» (promesa del propagandista) y desde los 28 el motor de su vida será la sed de Jesús en la Cruz (lema del propagandista). Y como Jesús le enciende en su sed, intentará hacer de la Obra que Jesús le confía instrumento que aplaque esa sed: España y lo Hispánico Vanguardia de Cristiandad.
Nunca se le vio destemplado. Su vida era recta y austera en todo. Su actitud exterior sonriente y en sus decisiones seguro. De gran humildad y profunda vida de oración.
«Siete años de Presidente Nacional de los Jóvenes de Acción Católica, vividos con una plena dedicación apostólica, le ponen en el candelero como ejemplo y guía de una promoción juvenil de más de 6.000 muchachos que, convencidos de haber participado en una Cruzada, entran en Seminarios y Noviciados dispuestos a entregarse al Señor para la renovación de la vida cristiana en España. Y muchos millares más, procedentes de ambas zonas, formados en el Ideal que él y sus colaboradores habían propuesto y defendido en el período del 33 al 40, se asoman a las nuevas responsabilidades familiares, profesionales, sociales y políticas con el firme propósito de dar en todos los ambientes un vivo testimonio apostólico.
»El trabajo incansable, las dotes de organización, pero, sobre todo, la fidelidad al pensamiento pontificio y a las directrices de la Jerarquía y la profundidad de su vida sobrenatural hacen de él el hermano mayor, el Capitán de Peregrinos, el jefe indiscutible de una generación de jóvenes que han dado a España Obispos, ministros, profesionales destacados, militantes obreros y rurales, sacerdotes y religiosos, dirigentes apostólicos que actúan en primera fila en todos los sectores de la vida nacional» [185].
«Presidente y Rector de la Obra en una etapa inolvidable de heroísmo y martirio ... símbolo y corona ... en la que dejó profunda huella. Aparici, Capitán y mártir. Aparici, el Presidente de los 7.000 mártires, que se ofreció víctima por todos los jóvenes de España; y el Señor le tomó la palabra» [186].
Y con estas palabras resume sus siete años de Presidencia en su Diario:
… que los siete años de mi Presidencia, de los que algo me he envanecido, fueron siete años de amistad con el Señor un poco a lo Judas, pues le besé, pero no me crucifiqué como me pedía. Gracias, Señor, porque aún me amas».
Si quisiéramos hacer un resumen de toda su labor al frente de la Juventud de Acción Católica tendríamos que decir que es la historia de esa Juventud –en la que puso toda su alma, vida y corazón formar y organizar–.
5. Testamento espiritual a su sucesor en el cargo
Para Antonio García–Pablos se trata de un «documento capital [187]… Quizá sea –dice– de los más reveladores de la grandeza de su alma» [188].
«Su contenido –según los Peritos Teólogos– es un verdadero privilegio para quien fue dirigido; demuestra la sabiduría, experiencia, y exquisita fundamentación teológica y moral del pensamiento de Manuel Aparici con una proyección de futuro, digna de tenerse en cuenta para todos quienes en el peregrinar de la vida tenemos que guiarnos por los sabios y sensatos consejos de vida y amor aplicados a la Nueva Evangelización». En él se aprecia su amistad con Dios, su humildad en reconocer los talentos, su sabiduría y prudencia y sus ansias de santidad.
6. Epílogo: Peregrinación a Santiago en 1948
No podemos terminar este capítulo sin una referencia a la gran peregrinación a Santiago de Compostela en 1948, obra suya, aunque él ya no estuviera al frente de esa Juventud a la que tanto amó y por la que tanto se entregó.
Recuérdese que, un día, respondiendo a la llamada del Papa, capitaneó a toda una generación juvenil en un largo peregrinar de doce años, que culminó en la gran cita ante el Apóstol Santiago en 1948, meta de perenne peregrinación para impulso y sostén de un renacimiento cristiano, en cumplimiento del voto de peregrinar para llevar almas de joven a Cristo y hacer de España la soñada Vanguardia de una Cristiandad «ejemplo y guía para el mundo profundamente enfermo», urgida por S.S. Pío XI.
Con su ardoroso espíritu apostólico, fue su máximo propulsor. Cuando convocaba a los Jóvenes de Acción Católica a peregrinar les convocaba para que aspirasen al espíritu ardiente de los Hijos del Trueno como estilo de vida.
Siguiendo los pasos hacia Santiago, en agosto de 1943 (del 1 al 4), llega a Santiago, Año Santo Jacobeo, la peregrinación de dirigentes (4.000), anticipo y vanguardia de la gran marcha; son los «Adelantados de Peregrinos», los que abren camino a los demás. Acuden a ganar la gracia para la juventud que sigue peregrinando en espíritu [189].
Y cinco años después, en 1948, llegarían los demás. Era Año Santo en Compostela. Pero en 1944, cuatro años antes de la gran cita en Compostela no faltaron quienes pretendieron suprimir la peregrinación con todo lo que ello suponía. Manuel Aparici, todavía seminarista, tiene que emplearse a fondo. Trata por todos los medios de anular el intento. Solicita, y consigue la ayuda de D. Maximino Romero de Lema. En carta autógrafa de éste de fecha 15 de noviembre de 1944, citada por el Rvdo. Antonio Santamaría González en su testimonio de fecha 29 de septiembre de 1993, le dice:
«El peligro es más serio de lo que puede creerse. Índice de ello es el intento pertinaz de D. Evaristo y de Bonet de suprimir la Peregrinación a Santiago con todo lo que ello supone; por otra parte entre Joaquín [Ruiz–Giménez], [Alfredo] Sánchez Bella y su grupo y el Consejo Superior hay una serie de recelos; los amigos de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas también están divididos; yo logré mover a alguien a tiempo y creo que quedará Alfredo [López] de la Junta Técnica.
»No hay Junta, no hay Consejo, no hay auténtico grupo de Pax Romana; hay bastantes elementos buenos dispersos con espíritu de guerrilleros y el Señor ha querido crear entre ti y todos ellos vínculos de caridad y de prestigio muy fuertes que creo hay obligación de utilizar. Tal vez un retraso de un curso en tu colaboración con Ángel suponga un adelanto de muchos años si consigues, con la ayuda del Señor, crear aquí con todos esos elementos el grupo fuerte por su vida sobrenatural que es necesario en la Capital de España; pensad Ángel y tú que precisamente en otro campo no se puede hoy trabajar, sin preparar para la siembra, misión que yo he abrazado; hay más obligación de no abandonar el campo seglar. D. Zacarías [Vizcarra], D. Hernán [Cortés], D. Emilio [Bellón], Alfredo [López], el Consejo y yo coincidimos en que tú harías aquí un gran bien».
Próxima ya la fecha de la magna peregrinación, 4 de junio de 1948, Manuel Aparici, sacerdote y estudiante en Salamanca, escribe en la revista INCUNABLE, lo siguiente:
«Nosotros también a Santiago ... y unidos en idéntica sed, Episcopado, clero y fieles, sea nuestra Patria pueblo de apóstoles que, semilla y sembrador, sepa sembrarse en los corazones a fin de que, reconocida la Vieja Cristiandad europea e incorporadas a ellas las Cristiandades Nuevas de Ultramar, como un sólo apóstol corran a las órdenes de Pedro a anunciar el gran día que hizo el Señor a los que aún yacen en la noche de la gentilidad y el paganismo» [190].
«Fuimos a María –dice– para que nos alcanzara la gracia de ser apóstoles. Ahora vamos a Compostela para que Santiago nos enseñe a serlo» [191].
Manuel Aparici, primer peregrino
Pocos días antes de la gran cita, SIGNO [192] publica estas elogiosas palabras para su persona con motivo de la entrega de la primera tarjeta de inscripción definitiva y de la medalla de la Peregrinación:
«Una representación del Consejo Superior ha visitado, el pasado domingo, día 8, al Rvdo. Sr. D. Manuel Aparici para hacerle entrega, como “Capitán de Peregrinos”, de la primera tarjeta de inscripción definitiva y de la medalla de la peregrinación. Esta tarjeta lleva la banda azul de los sacerdotes.
»Sólo un nombre podría escribirse en la primera tarjeta definitiva de peregrino emitida por el Consejo: el de Manuel Aparici –por muchos años Manolo Aparici–, “Adelantado y Capitán” de nuestros anhelos, que hizo viva la inquietud de nuestra Juventud ... Ante esta noticia, tan grata para todos, SIGNO felicita al Padre Aparici y a toda la Juventud; no podíamos marchar a Santiago sin él, porque quedaba mucho de su espíritu en nuestro afán de hoy. Ya, al frente de nosotros, Manolo Aparici, sólo falta empezar la marcha, ese caminar en el que nos preceden aquellos hombres que sintieron también en su alma la sed de Santiago, los que pasaron por la jefatura de nuestra Juventud. Cinco nombres que son el prólogo de nuestro peregrinar» [193].
No se podía marchar hacia Santiago sin él.
¡Al fin, llegó el gran día!
Era el 28 de agosto de 1948. (Y un 28 de agosto también, pero de 1964, moría el «Capitán de Peregrinos). «Era el broche final. Una generación de jóvenes de Acción Católica ... rendía viaje al final de su travesía; otra ... guardaba silencio» [194].
Era la peregrinación –tan largamente preparada y con tanta vehemencia anhelada– más grande y la más interesante de todos los Años Santos Jacobeos de los siglos pasados.
«Dieciséis años de anhelo constante marcan el camino de Santiago que va a seguir la Juventud de Acción Católica Española, teniendo como compañeras a las representaciones mejores del mundo católico. Tres lustros cargados de acontecimientos insospechados, que si bien impidieron que la peregrinación ansiada se llevara a cabo en fechas señaladas, han permitido a la juventud española demostrar al mundo, y especialmente a Hispanoamérica –esa tierra que tiene su norte en la Península–, que sólo ella puede resistir los embates de la bestia que encarna la materia para hacer que triunfe el Ángel de la Verdad. Y de ahí su aspiración a constituir la Vanguardia de Cristiandad ... ¡Dieciséis años de historia! Sí. La Peregrinación tiene historia. No es improvisación o remate de un veraneo. Es el punto en que culmina la ansiedad penitente de tres generaciones viriles y es, al mismo tiempo, el punto de arranque de una nuevo caminar hacia metas grandiosas. Tiene historia la Peregrinación ... Y cuando el andante sienta desfallecer sus fuerzas, que vuelva su mirada hacia los que fueron quedando en el camino anhelado de Santiago; que piense en cualquier etapa anterior, y en ese volver la mirada atrás –¡volver la mirada atrás!– encontrará el empuje más fuerte hacia delante. Por ello, cuando va a ser realidad el anhelo acariciado durante años y años, cuando el futuro va a ser ya presente, queremos saturarnos de esa historia que nos ha de dar fuerza y, al hacerlo, rendir homenaje a los que con su tesón diario y sacrificio, que culminó a veces en la muerte, permitieron que hoy, nosotros, demos el primer paso de la mayor empresa perseguida por una juventud: constituir la Vanguardia de la Cristiandad, que sea “sostén y guía del mundo profundamente enfermo”» [195].
«Durante estos años, especialmente para aquellos a quienes Dios concedió la gracia de la muerte heroica, fue el gran motivo para su santificación ... », escribe Manuel Aparici [196].
Llegada a Compostela
«Más de 60.000 jóvenes peregrinos [70/75.000 según algunos medios de comunicación, 100.000, según otros] llegaron a Compostela por diferentes medios y distintos caminos desde todos los rincones de España» [197].
«Este era el sacerdote todavía joven que en 1948, en Santiago de Compostela, presencia modestamente cómo empieza a realizarse aquella congregación de Juventudes de todas las Españas que doce años atrás le propusiera al Vicario de Cristo. En los detalles, en la realización, en el programa, es posible que el acontecimiento no responda exactamente a lo planeado en 1936. Dos guerras [la de España y la de Europa] ... Pero las diferencias colaboran en resaltar más la identidad de propósitos y de fines, la fidelidad al estilo. Los muchachos que se agolpan en la residencia Universitaria de Compostela eran los niños pequeños de 1936. Pero su temple espiritual es el mismo que el de aquella generación ...; su desprendimiento igual ... Había unas 1.200 banderas de la Juventud.
»Durante todo el mes de agosto ... se pudo ver por distintos caminos de España grupos de muchachos marchando a pie, cargados con sucintos equipajes. Los hubo que siguieron su camino hasta el final, aunque sus pies se llagaron desde el primer día de caminar. Los hubo que consiguieron realizar sus etapas de tal manera que ningún día se quedaron sin comulgar, aunque para ello tuvieron que andar kilómetros y más kilómetros en ayunas [198]. Los hubo también que se sustentaron de una bolsa común y parca que difícilmente lograron estirar hasta el término de la Peregrinación. Los hubo que caminaron algunos días en completo ayuno y durmieron algunas noches en el santo suelo. Y no sólo anduvieron por su pie el camino de Santiago peregrinos españoles, pues hubo un francés que se fue desde París a Compostela andando por el viejo camino durante dos meses que duró su peregrinar.
»En cuanto a los peregrinos “motorizados”, unos 900 camiones [199], de carga en su mayor parte, les baquetearon durante varias jornadas, a la ida y a la vuelta, por los caminos que conducían a Santiago. Iban en ellos los jóvenes prensados unos con otros; con estrechas tablas por todo asiento, donde las había. Cuatro accidentes se produjeron, con dos muertos y más de veinte heridos en total. Los muertos fueron el párroco de Manuel (Valencia), D. José María Palomer, y el joven de Villanueva de Castellón, Vicente Ferry, a los que les estaba reservado, para ejemplo de todos, el altísimo destino de morir peregrinando. Y en cuanto a los que fueron en tren y en barco [los de las islas adyacentes y Marruecos] tampoco viajaron menos rudamente que los anteriores. Los de Palma de Mallorca, por ejemplo, en cubierta hasta Barcelona; en tercera, desde Barcelona a Madrid, y en camiones, desde Madrid a Santiago. Y sin paradas ni visitas turísticas. Sin dormir en cama los días que duró el viaje. Como los demás.
»La mayoría de los peregrinos eran empleados modestos, obreros o trabajadores del campo, que consumieron en la peregrinación parte o la totalidad de sus vacaciones y los ahorros que tenían hechos. Se dieron muchos casos de muchachos que trabajaron horas extraordinarias ... para poder costearse los gastos del viaje. Se ve, pues, que la peregrinación rebase en tiempo y, desde luego, en espíritu, los días consumidos en la ida a Santiago y el regreso. Y como el volumen de peregrinos era, desde luego, mayor que el de los habitantes de la ciudad compostelana, descansaron en ella de las fatigas del camino durmiendo al aire libre por rúas y plazas o en los bancos de las Iglesias» [200].
La Peregrinación fue católica, universal
«No sólo estaban allí las representaciones de las Juventudes de Acción Católica de los países hispanoamericanos. También estaba presente una representación de las Juventudes Católicas de Norteamérica. Y copiosas representaciones de Portugal, Francia e Italia. Muchachos de Bélgica, Inglaterra y exiliados de los países tras el “telón de acero”. Hasta dos jóvenes vietnamitas, que aportaron la representación del catolicismo del Extremo Oriente: 32 países en total ...
»El Cardenal Arzobispo de Toledo Mons. Pla y Deniel en funciones de Legado Pontificio, el Nuncio de Su Santidad y más de 20 Obispos de España, Portugal, Cuba, Brasil y hasta de la mártir Letonia. Testificaban el compromiso jacobeo de las Juventudes, anunciado por las pastorales de 34 Prelados españoles y de otros tantos extranjeros, entre ellos los Cardenales de París y de Lovaina, y saludado por mensajes de religiosos y misioneros del mundo entero.
»Mil cuatrocientas Misas en la noche eucarística. Novecientas setenta y seis blancas banderas con la cruz verde de la Acción Católica juvenil. Pero por mucho que intentemos abrumar con números, aún quedará muy lejos de expresarse la realidad de lo que el Patriarca de las Indias Occidentales y Obispo de Madrid–Alcalá calificó de “pentecostés compostelano ... ”» [201].
«La Misa y la comunión –impresionante, maravillosa–, ¡qué ejército de santos!» ... «¡Son tantos los recuerdos maravillosos. Pero quizá más que ninguno cuando en la madrugada del 29, después del rosario, en medio de la Misa comulgamos los 60.000 jóvenes. Era extraordinario pensar que en aquellos momentos toda aquella muchedumbre juvenil estaba en gracia. Con un ejército así podríamos sentirnos optimistas ... Los que estuvimos en Santiago en el 48 no lo podremos olvidar nunca», escribe Alejandro Fernández Pombo en SIGNO diez años después [202]. « ... Dios hostia venía a mí entre los mil pasillos de muchachos, en la procesión de los 200 copones ... », precisa Álvaro Capella en el mismo número de SIGNO.
Ofrenda de la Juventud peregrina a la Iglesia Compostelana
En el Ofertorio de la Misa de Pontifical oficiada por el Cardenal Primado y Legado Pontificio, Mons. Pla y Deniel, el Presidente Nacional de los Jóvenes de Acción Católica, Enrique Pastor, hizo la ofrenda de la Juventud peregrina.
«En prueba de devoción a nuestro glorioso Patrón Santiago –dijo–, y para memoria perpetua de este solemne momento, ofrendamos a la Santa Iglesia Compostelana esta patena y este cáliz con el ruego, señor Cardenal, de que en este Santo Sacrificio que vais a celebrar, ofrezcáis en ellos el pan y el vino, primero; el Cuerpo y la Sangre verdadera de Cristo Nuestro Señor, después, y con éstos nuestra hambre de apostolado y nuestra sed de martirio.
»En esta patena, Eminentísimo Señor, se conmemoran las numerosas vocaciones sacerdotales que nuestra Juventud ha dado a la Iglesia. En este cáliz, aquellos esforzados jóvenes que el Señor acogió de entre nosotros para que dieran testimonio de su fe.
»Pedid, señor Cardenal, al que es Señor de la mies, al dador de toda fortaleza, al Dios lleno de misericordia, que por la intercesión del gran apóstol y mártir Santiago sigan produciéndose en nuestras filas vocaciones a su santo sacerdocio, que estemos en todo momento dispuestos para los más difíciles heroísmos y que seamos hallados fieles en el día en que el Señor se siente en el Trono de su juicio».
Contestación del Legado Pontificio
«Y Nos, en nombre de la Santa Iglesia Compostelana y con los más ardientes votos para que el Señor os dé cumplidas las gracias suplicadas, aceptamos esta Ofrenda para honra del Glorioso Apóstol Santiago y perenne recuerdo de este día venturoso» [203].
Radiomensaje de S.S. Pío XII a los Jóvenes de Acción Católica en Santiago
« ... Las ondas de la radio trajeron ante la enfervorizada muchedumbre juvenil la palabra del Papa, que habló en un dulce español, acordando el esplendoroso pasado de Santiago y preguntándose si toda esa gloria católica iba a quedar en un recuerdo añejo, y añadiendo él mismo que los jóvenes católicos de España, con su deseo de forjar una Cristiandad ejemplo, están respondiendo que no. Los añejos recuerdo son renovada realidad» [204].
Y ahora las palabras del Papa.
«Amadísimos jóvenes, peregrinos de Compostela:
»Es propio de la juventud evocar las hazañas de sus mayores para repetirlas luego, mejorándolas, si posible fuera. Vuestra presencia de hoy en Santiago –entusiasta, numerosa, ferviente– lo está demostrando de una manera admirable.
»Efectivamente, Compostela había sido durante siglos como la resonancia viva de una historia, desde los días oscuros y heroicos de un Alfonso II hasta los esplendorosos de un Carlos V, y sede de Prelados insignes, como un Diego Gelmírez y un Pedro Muñiz, que dejaron escritas sus crónicas con las piedras graníticas de esa Catedral incomparable; pero había sido, sobre todo, el rincón escogido por la providencia entre las dulces y verdes colinas de esa “terriña meiga” para hacer de ella uno de los más potentes centros de atracción para la fe, para la piedad y para el espíritu generoso de aquella Cristiandad en pleno fervor de vida. Reyes y plebeyos, obispos y monjes, santos y pecadores, caballeros y pecheros, artistas y sabios, juglares y trovadores, fluyendo y refluyendo como aluvión incontenible y constante a lo largo del “Camino de Santiago”, no sólo aceleraron y profundizaron el ritmo de la historia, sirviendo de crisol a la elaboración de las ciencias y de las artes, sino que desparramaron por el mundo un anhelo de purificación y esparcieron por todas partes aquellas ansias de pacificación y de fraternal unión de los espíritus que han sido siempre la única y segura base de la paz.
»Desde el Monte del Gozo a la Puerta de los Perdones era la coronación de un anhelo, que acaso había tenido antes sus fases íntimamente dolorosas; bajo las bóvedas severas y en la mística penumbra, alumbrada día y noche por centenares de blandones, el ritmo arcaico de las chirimías y el balanceo grave del “botafumeiro”, abrían las puertas al estupor: el abrazo a la pétrea y hierética imagen ascendía a la categoría de gesto de reconciliación y purificación, simbolizada acaso en la venera, que el peregrino no dejaba de prenderse al pecho; las últimas hilachas del pardo sayal, abandonadas sobre la “Cruz dos farrapos”, venían luego a ser el símbolo de una vida que quedaba cada vez más lejana, y, finalmente, la estética contemplación del Pórtico de la Gloria representaría como un anticipo de aquel paraíso, cuyas puertas se iban a abrir para él gracias a las magnánimas indulgencias de Compostela, ampliamente otorgadas por los Sumos Pontífices, Nuestros Predecesores.
»Pero ¿habría de quedarse todo en recuerdos añejos o en memorias muertas?
»Y he aquí que vosotros, hijos amadísimos, jóvenes españoles de Acción Católica ..., juntamente con vuestros hermanos de las Congregaciones Marianas y con toda la juventud española, a la que se han querido unir, con edificante y fraternal concordia, los representantes de casi todas las naciones de Europa y de América; he aquí que vosotros, para mostrar vuestra juventud intacta, para proclamar la sublima locura de un Dios crucificado y para forjar en vosotros mismos una Cristiandad ejemplar, habéis respondido rotundamente que no. Los añejos recuerdos y las vetustas memorias, al conjuro de vuestro vibrante entusiasmo juvenil, se han convertido de nuevo en realidad.
»Y así tenía que ser: Porque si el peregrino fue pieza indispensable en el tablero del mundo medieval, si el peregrinar tuvo entonces la noble función de consolidar la fe del pueblo, de acercar entre sí a las más diversas naciones, de aliviar a los desgraciados y consolar a todos, hoy, entre las enormes dificultades y dolores de la hora presente, sigue siendo una bendición para el mundo.
»El peregrino vive de la fe y por esta fe lo deja todo, arrastrado por aquella luz que atrae su alma para purificarla: “Credidit Abraham Deo”. Creyó Abraham a Dios, lo cual le fue imputado a justicia; el peregrino es una llama viva de piedad, cuyo ardor ha de consumir la escoria de sus pecados; el peregrino es generosidad y arranque, que quiere ir siempre delante y figurar en vanguardia; el peregrino es amor, respeto y adhesión a la Iglesia, a cuyas penitencias se somete y cuyas gracias busca. Es amplia y cristiana universalidad, que no resiste estrecheces de estirpes, de patrias o de fronteras, sino que se lanza resueltamente al ancho cauce de la catolicidad.
»Espíritu de fe y de sacrificio, vida de piedad y de continuo progreso en vanguardia, adhesión, respeto y amor a la Iglesia, corazón ancho como el mundo: Eso sois en estos momentos, jóvenes peregrinos de Compostela, y eso habéis de ser mañana y siempre, jóvenes católicos de todo el mundo; y si en otros tiempos, el grito irresistible de “¡Santiago, y cierra España1”! se rompió con los enemigos de la fe, si ayer todavía el Apóstol no abandonó a quienes le invocaban, estad ciertos de que hoy y siempre su espíritu y su protección os conducirán de nuevo a la victoria en las espirituales batallas y os harán superar los lazos que por todas partes se os tienden, especialmente a vosotros, a la juventud, porque saben que sois una potencia poderosa y gallarda del presente y una promesa radiante y segura del porvenir.
»“Igitur via peregrinalis est res optima sed angusta”. La vía peregrinal es cosa óptima, pero estrecha, dice el conocido sermón del Códice Calixtino; mas sería la primera vez que la dificultad habría espantado, desarmado y hecho retroceder a la juventud, y más todavía a una juventud como la vuestra, nutrida en la fe sólida y crecida en el ardiente clima del sacrificio.
»¡Adelante, pues, juventud brillante, creyente y peregrina! ¡Adelante con vuestra venera y vuestro bordón, que hay mucho que peregrinar hasta dar todo el corazón a Dios y todas las almas a Jesucristo, hasta el cielo, que es vuestra meta!
»O Beate Jacobe! –Cantaban vuestros antepasados peregrinos–. O Beate Jacobe Virtus nostra vere, –Nobis hostes remove– tuos ac tuere, –Ac devotos adhibe nos– tibe placere. ¡Oh, sí, apóstol santo, predilecto del Señor, alma de fuego, capitán invencible: aparta de nuestro camino a los enemigos nuestros y tuyos, haz que te sirvamos siempre, y sigue protegiendo a España y al mundo entero, concediéndole el beneficio de una paz sólida y duradera, fundada en la justicia ... ».
Tu obra, Manolo
«Como “uno es el que siembra y otro el que recoge”, de los que proyectaron el magno Congreso juvenil y jacobeo ... casi no había presentes en 1948 en Santiago más que unos cuantos, y más bien como espectadores o invitados –escribe en SIGNO [205] Manuel Vigil y Vázquez–. Uno de ellos es un presbítero, todavía joven, que camina apoyándose en un bastón. Se ha quedado junto con otros sacerdotes y seminaristas contemplando cómo se puebla de peregrinos el parque de la Residencia Universitaria. Permanece apartado y discreto fuera del alcance de los puestos de honor y de mando de la gran concentración. Terminados los actos, cuando los peregrinos se disponen a partir a sus puntos de origen, otro veterano de la Juventud de Acción Católica se cruza con el sacerdote y, al verle, se va hacia él, y mientras le abraza de corazón, exclama:
»–Tu obra, Manolo; tú eres el papá–
»Y así era. Aquel sacerdote que había asistido silencioso y recogido a la magna y soñada peregrinación era D. Manuel Aparici ... A él se debe, efectivamente, en gran parte el estilo jacobeo que distingue a las Juventudes Católicas. El fue el que en aquel día de enero de 1936 expuso a Su Santidad Pío XI el ambicioso proyecto de reunir en Compostela a los jóvenes que hablan y rezan en español a uno y otro lado del Atlántico
»Manuel Aparici había recogido de sus antecesores en la Presidencia Nacional de la Juventud de Acción Católica, José María Valiente y Alfredo López, una obra en período de formación, en batalla contra los respetos humanos, aprendiendo que el catecismo no se debe cerrar después del día de la primera comunión; que la vida interior no es sólo “de curas y frailes”; entrenándose en cantar y sentir lo de “ser apóstoles o mártires acaso” frente a una ambiente callejero donde se presuma de hombría a base de anticlericalismo y prostitutas.
»En los moldes preparados por sus antecesores iba Manuel Aparici a vaciar el fuego apostólico encendido por los Hijos del Trueno ... Se entrega absolutamente a infundir en los jóvenes españoles la ambición de hacer de su Patria “una Cristiandad ejemplo y guía”. Hombre de oración, organizador tenaz, estudioso incansable, orador fogoso y estremecedor, él no vive para otra cosa que no sea la Juventud de Acción Católica. Escribe para SIGNO, prepara guiones de estudio para los Cursillos de Formación de Dirigentes, profesa en los mismos, pone en pie una interpretación providencialista de la misión de España, frontera de los últimos y luminosos escritos de García Morente sobre la Hispanidad y el caballero cristiano; recorre todos los caminos de España, que él ha hecho antes que nadie un nuevo camino de Santiago; pide a los que puedan dar ayuda a los que lo necesitan, pone brasas donde no hay fuego y lo extiende allí donde lo hay. Lleva durante la guerra la Acción Católica hasta las trincheras, creando en ellas los Centros de Vanguardia, que suman varios centenares, y convierte las horas del frente ... en horas de lucha ascética y de avances espirituales. Y en la paz reorganiza la Asociación, y como ya hemos dicho, la conduce triunfalmente al Pilar para ofrendar a la Iglesia y a España la sangre de los mártires y aceptar el legado de sacrificio que ellos legaron. Recogió una Organización con menos de 40.000 muchachos y cuando se despidió en el año 1941 en las Jornadas Nacionales en Valladolid, la obra ha dado siete mil muertos por Dios y por la Patria y está entregando a centenares de jóvenes para poblar la semidesplomadas aulas y celdas de los Seminarios y Noviciados y, pese a estas sangrías, el número de asociados ha rebasado ya los 100.000. Su sucesor, Antonio García–Pablos, recoge unos cuadros parroquiales compactos, veteranos y rezumantes de ideal de Vanguardia de Cristiandad. Y Manuel Aparici se adentra por el Seminario».
Manuel Aparici es el auténtico símbolo del peregrinar juvenil audaz, generoso, apostólico y esperanzador
Al día siguiente de la gran cita en Compostela, el 29 de agosto de 1948, EL IDEAL GALLEGO, La Coruña, escribe lo siguiente, bajo el título «Aparici, primer peregrino»:
«No hace muchos días aún el Consejo Superior de los Jóvenes de Acción Católica otorgó el número uno de las tarjetas de peregrino a Compostela, en la marcha juvenil jacobea organizada con motivo del año jubilar, a D. Manuel Aparici Navarro, antiguo Presidente Nacional de los Jóvenes Católicos españoles y hoy ministro del Señor. Nadie mejor que Manuel Aparici podría ostentar esta preferencia entre millares de adelantados ...; el “Capitán” por excelencia de un ejército animoso organizado para ganar reñidas batallas espirituales en defensa de una juventud ejemplo y guía que hiciera de España la Vanguardia de Cristiandad.
»Apóstol infatigable, lleno de vida y de vocación, a él se debe, sin duda alguna, la feliz circunstancia de que los viejos caminos jacobeos se vean hoy llenos otra vez de entusiasmos juveniles y esperanzadores afanes de santidad, remozando los clásicos motivos de una mística andariega, olvidada o dormida bajo la losa de un pecado de generaciones tibias e indiferentes. Y es que Manolo Aparici, por cuyo nombre le conocieron tantos jóvenes en España que frisan hoy la madurez, supo dar contenido doctrinal a lo que allá por 1932, en el Congreso de Santander, no pasó de ser una oportuna sugerencia del representante de las juventudes gallegas –Taboada Lago– al proponer la celebración de la siguiente Asamblea Nacional de los Jóvenes Católicos españoles en Santiago de Compostela, con motivo del Año Santo. Contenido doctrinal lleno de sugestiones universalistas que empezó con la idea de una comunidad hispánica fuertemente unida, y acabó, más tarde, cuanto más intenso era el peregrinar de Manuel Aparici, en una santa ambición por la reconquista sobrenatural del mundo concebida bajo la fórmula esplendorosa de una Cristiandad de la que España podía ser, si se lo proponía, el ejemplo y el norte según lo reclamaba el Papa Pío XI, de feliz memoria, en su inolvidable encíclica “Mit brennender sorge”.
»Era entonces la hora crítica de España y también del mundo entero. La atmósfera enrarecida que respiraba la humanidad se hacía insoportable. Por España corrían vientos de persecución, y no tardó mucho en estallar la tormenta. En los campos de batalla y en las checas, la juventud peregrinante, dejó siete mil mártires, ofrendados en testimonio de la verdad, como si Dios quisiera que los que habían de venir detrás, aprendieran el estilo heroico, el sentido de la vida dolorosa que encierra el auténtico peregrinar a Compostela. Fue aquí donde Manuel Aparici supo dar la tónica ... que exigía el momento, a la gran marcha juvenil jacobea, dura, difícil e interminable. Su tesis ganó fervores entre la juventud española que se vio convertida en instrumento providencial para cooperar en la obra redentora del mundo.»Terminada la Cruzada, la contienda mundial alargó aún más la últimas etapas de la peregrinación. No era, sin duda, llegada la hora. Pero la ocasión conmemorativa del centenario mariano en Zaragoza podía servir ya de encrucijada histórica para convocar al mundo a la gran marcha jacobea. Y desde las españolísimas orillas del Ebro, Manuel Aparici lanzó el mensaje de caridad y de comunión de fe, a todo el orbe abatido por la guerra y hambriento de paz. Ante 20.000 jóvenes, entre los que figuraban hermanos de América, quedó juramentada la juventud hispánica para llevar otros 100.000 a Santiago. Era una última consigna que daría el “Capitán” a sus peregrinos desde su puesto seglar de mando. Porque él, primer peregrino siempre, cabeza y guía de este caminar juvenil, había alcanzado ya la etapa de la entrega total, ofreciéndose al servicio íntegro, exclusivo, del Señor, en este peregrinar a Compostela. Era el lógico paso del adelantado que se ofrenda por los compañeros de viaje, para completar la maravillosa página de honor de la juventud española abierta con los nombres de millares de mártires y cerrada con los de otras tantas vocaciones. Por eso desde entonces, en la economía mística de la peregrinación, nadie como Manuel Aparici enriqueció sobre el altar de los sacrificios el tesoro sobrenatural de esos peregrinos. Hasta llevarlos a la vista de Compostela para entonar con ellos el Ultreya gozoso de la santidad conquistada después de un largo caminar por la noche triste del alma.
»Hoy, como nunca, D. Manuel Aparici, sacerdote ungido del Señor, no sólo tiene el derecho de ser el número uno de los peregrinos jacobeos, en este Año Santo compostelano, sino que es el auténtico símbolo del peregrinar juvenil audaz, generoso, apostólico y esperanzador, para un mundo que aún puede salvarse, si sabe encontrar a tiempo los caminos del sacrificio, de la oración y de la penitencia».
«En Santiago de Compostela, Año Santo de 1948, los Jóvenes de la Acción Católica Española quedaron ungidos peregrinos como el Apóstol, por Dios y por España, pues Santiago se hizo peregrino de España para cristianizarla por amor a Dios. Peregrinos, por tanto, por Dios y por España, trabajando sin tregua por hacer de ellos mismos, de sus Centros Parroquiales o especializados, de su Patria, de todo lo hispano, Vanguardia de la Cristiandad» [206].
Pero él, en su humildad, les decía: «No fue vuestro Presidente quien os convocó a peregrinar; fue Cristo quien llamó».
Podría parecer que aquella peregrinación de los Jóvenes de Acción Católica de entonces (1948) era algo del pasado. La gran nueva peregrinación de Juan Pablo II ha sido una convocatoria para misionar en el mundo entero, y lo ha sido tras marchas peregrinas por el Camino de Santiago, que sigue abierto para todos los que como en el pasado se reafirman en el deber de contribuir al lado de sus Pastores a la evangelización del mundo.
No deja de ser gratificante y esperanzador también que sigue siendo el norte propuesto a la juventud de hoy para la recristianización del mundo. Aquella peregrinación no es algo del pasado, algo olvidado, sino que acaba de tener un insospechado florecimiento con los jóvenes de hoy convocados por Juan Pablo II para trabajar en la viña del Señor.
Y así, de nuevo, a la eterna peregrinación espiritual de todos los días. Porque «hay mucho que peregrinar hasta dar todo el corazón a Dios y todas las almas a Jesucristo, hasta el Cielo» [207].
Que el «Capitán de Peregrinos» nos siga señalando el camino que lleva a las alegres moradas del Señor.
Llegados a este punto, no está de más recordar con palabras de Manuel Aparici:
a. Las «características del peregrinar»:
«Este es el aspecto externo de nuestro caminar. Abriendo camino al Reino de Dios en la juventud de España. Abriendo camino. Ya sabéis que el instrumento ha de ser cortante y afilado, como afilada y cortante es la verdad. Cada uno de nosotros debe ser Palabra de Dios hecha carne, espada que separe carnes de huesos. Abriendo camino con nuestro ejemplo, con nuestro vivir laborioso, con nuestro vivir alegre, con nuestro vivir apostólico ... » [208].
b. El «Ideal del peregrino»:
«Desnudarse del hombre viejo, que se atenga seriamente a los preceptos de Dios y en la solicita caridad con el prójimo revestirse del hombre nuevo.
»Peregrino es el joven que ha hecho de este ideal la norma de su vida y que a través de los días y las criaturas camina con todo el vigor de su alma joven hacia la consecución en él de este ideal» [209].
c. El «gran Ideal»:
« ... Conocido, amado y servido en toda la tierra y esto mediante el vivir cristiano de cada uno en la gran Comunidad Hispánica al servicio de la gran Unidad de la Iglesia» [210].
[152] Rvdo. Antonio Santamaría González.
[153] Manuel Aparici confiaba siempre en el “Banco de la Divina Providencia”.
[154] «Una de las actividades que tenía in mente Manuel Aparici, después de la guerra, era la provisión de vocaciones sacerdotales, no sólo para el clero regular sino también para las órdenes religiosas, y puedo certificar … que cuando le acompañaba por las diferentes capitales de España, se acercaban a nosotros jóvenes que se estaban preparando al sacerdocio y que comentaban que su vocación había surgido en la Acción Católica, y tanto de órdenes contemplativas como de vida activa» (Cf. Felipe González Sánchez).
[155] Informe de los Peritos Archivistas.
[156] Con fecha 12 de noviembre de 1940 quedaba constituido el nuevo Consejo Superior. Manuel Aparici seguía ostentando la Presidencia.Unos meses antes, el 3 de febrero, anotaba en su Diario: «En el transcurso de doce días he prometido dos veces hacerme cada día más digno de la confianza que en mí, Presidente Nacional, deposita la Jerarquía. Un continuado esfuerzo por mi parte, sin reserva de ninguna clase, en el campo de apostolado que se me asigna. Un cultivo de mi vida interior, cada día más intenso, para llegar a la pureza y rectitud de intención constante en mis afanes apostólicos. Y por último obediencia sobrenatural».Y un mes después, concretamente el 5 de marzo, volvía a anotar: «La más alta Jerarquía de la Iglesia en España me acaba de confirmar en el cargo de Presidente, aun sabiendo mi vocación. Debo, pues, consultar a mi director, en quien he abdicado mi libertad para que decida el momento, y, consultado el Consiliario del Consejo, acudir nuevamente al Sr. Cardenal para recordarle que el Señor me pide más. Entretanto los encargados de decidir no decidan, la voluntad de Dios clara y terminante es que sea Presidente de la Juventud». Y el 27 de abril de 1941 anota: «Tu Vicario en esta Diócesis (Valencia) me dijo que … hasta que no hubiera Cardenal que siguiera en el cargo».
[157] Rvdo. José Manuel de Córdoba (SIGNO de fecha 28 de marzo de 1959).
[158] Diario YA de fecha 29 de agosto de 1964.
[159] Miguel García de Madariaga.
[160] (Cf.) Manuel Gómez del Río.
[161] Carlos Rey Aparicio.
[162] CF. José Díaz Rincón.
[163] Mons. Maximino Romero de Lema.
[164] Se reconstituyeron todas las Uniones Diocesanas de antes de la guerra.
[165] José María Mohedano Hernández.
[166] Mons. Maximino Romero de Lema.
[167] José Díaz Rincón.
[168] Mons. Mauro Rubio Repullés.
[169] José Ángel Ayala Galán.
[170] Informe de los Peritos Archivistas.
[171] Cf. Manuel Vigil y Vázquez.
[172] Informe de los Peritos Archivistas.
[173] «Vamos a abrir camino para llevar al Pilar, para llevar a María en nuestras manos, la ofrenda de sangre de nuestros mártires, y allí al representante de Cristo el Nuncio de Su Santidad, decirle: mira, representante del Padre, aquí tienes la hostia de la juventud de España. Eran granitos de trigo de los trigales de Castilla y de Navarra, y de Galicia y de Andalucía, y de Aragón y de Levante y de las Islas; eran granitos de trigo de todos los trigales y de pronto, la voluntad de España por que todos sus hijos se pusiesen en trance de muerte para vencer a la muerte, reinstaurando la Verdad en nuestra Patria. Y los granos de trigo se entregaron a la rueda dentada de las trincheras, de la “Cheka”, de la persecución, y aquel trigo de España se convirtió en blanca harina y esa harina se amasó con las lágrimas de las madres, de las esposas y de los huérfanos y fue cociéndose en un fuego santo de amor a Cristo y de amor a España. Es la hostia blanca y pura. Y la ponemos en vuestras manos de sacerdote para que la hagáis santa y la ofrezcáis al Padre por la redención de los jóvenes de toda la tierra» (De la conferencia pronunciada por Manuel Aparici, Presidente Nacional, en el Teatro Español de Madrid, el día 30 de junio de 1940, en el acto de clausura de la XIV Asamblea de la Juventud de Acción Católica de la Diócesis de Madrid–Alcalá. Texto taquigráfico –C.P., pp. 1628/1629– e Informe de los Peritos Teólogos).
[174] «Más de cien sacerdotes se dirigieron hacia nosotros para repartir la Comunión» (Carlos Rey Aparicio).Los Peritos Teólogos recogen este acontecimiento en su informe con el título de la «Parábola de Manuel Aparici»: «Encended una cerillita y es incapaz de desgarrar las obscuridades de la noche. Encended dos y tres. Pero juntar veinte mil cerillas, veinte mil antorchas y se hace un foco potente de luz. Y quiere que se junten en torno al Pilar de la Madre, en torno a la Madre, para que de pronto esta luz ilumine a nuestra Patria, para que vean los jóvenes que la gracia de Dios todo lo puede».
[175] Informe de los Peritos Teólogos.
[176] José María Castán Vázquez.
[177] Informe de los Peritos Teólogos.
[178] Informe de los Peritos Teólogos.
[179] «La petición del Cardenal Pla y Deniel de que retrasase su ingreso en el Seminario … se relaciona con el deseo de que, a pesar de cesar en la Presidencia Nacional de los Jóvenes de Acción Católica siguiese, en cierto modo, proyectando su influencia sobre la Juventud como seglar» (Virgilio José López Cid).
[180] Es decir, en sus siete años de actuación al frente de la Obra, este propagandista incansable ha quintuplicado el número de Centros y afiliados.Es más, «bajo su Presidencia, la Acción Católica en su rama de jóvenes alcanzó las cotas más altas no sólo en cifras de asociados ... sino en presencia social, en actividades e incluso en ofrenda martirial durante la guerra ... ; muchos de ellos murieron sólo por el hecho de ser de la Juventud Católica .... », afirma Alejandro Fernández Pombo (Diario YA. Se desconoce la fecha. CP., p. 9458).
[181] SIGNO de fecha 25 de octubre de 1941.
[182] Aunque la firma es ilegible, el membrete de la carta, hace pensar que se trata de él.
[183] Dos meses después aproximadamente, el 6 de diciembre de 1941, la Unión Diocesana de Navarra comunicaba a Manuel Aparici que la IV Asamblea Diocesana le había dedicado el más emocionado recuerdo y le enviaba, por medio de Antonio García–Pablos, un obsequio, el Cáliz de Navarra, en el que esperan que sabrá fundir su cariño con el que él les tiene en el Señor (Cáliz que no se ha encontrado pese a los esfuerzos realizados).
[184] Mons. Maximino Romero de Lema.
[185] Antonio García–Pablos y González–Quijano en el Diario YA de fecha 29 de agosto de 1964, al día siguiente de su fallecimiento, bajo el título «GUÍA Y EJEMPLO DE UNA GENERACIÓN»
[186] Informe de los Peritos Archivistas y Rvdo. José Manuel de Córdoba en SIGNO de fecha 28 de marzo de 1959.
[187] Se ofrece íntegro como ANEXO al final de la biografía.
[188] Informe de los Peritos Teólogos.
[189] «Siendo seminarista ... se asomó al balcón del Palacio Episcopal entusiasmado por la presencia de tantos jóvenes, y nos volvió a lanzar una arenga en pro de nuestra santidad, refiriéndose a la petición del anterior Pontífice, Pío XI, de una “Cristiandad ejemplo”» (Víctor García Hoz).
[190] Informe de los Peritos Teólogos.
[191] Informe de los Peritos Teólogos.
[192] De fecha 14 de agosto de 1948.
[193] José María Valiente, Alfredo López, Manuel Aparici, Antonio García-Pablos y Enrique Pastor. Todos ellos Presidentes Nacionales de la Juventud de Acción Católica, por este orden.
[194] Rvdo. José Manuel de Córdoba (SIGNO de fecha 5 de enero de 1965).
[195] Cf. SIGNO de fecha 24 de julio de 1948.
[196] Boletín de Dirigentes agosto–septiembre de 1951.
[197] Manuel Vigil y Vázquez (SIGNO de fecha 5 de enero de 1965).
[198] «Recuerdo muchas cosas, pero por encima de todo el esfuerzo físico para cumplir mi promesa de comulgar los ocho días que duró nuestra Peregrinación de más de 3.000 kilómetros. En Valladolid un capellán amigo me dio la comunión antes de amanecer. No podía resistir más la sed. Entonces no había los privilegios de hoy. Recuerdo ... el tintineo de la campanilla durante la elevación en la noche maravillosa de la explanada de la Universitaria. Y el escalofrío que sentí cuando Dios Hostia venía a mí ... Recuerdo ... los rosarios en el coche, al atardecer, contemplando los campanarios en sombras» (Álvaro Capella. Cf. SIGNO de fecha 6 de septiembre de 1958).
[199] « ... Aventura que duró ocho jornadas a la intemperie, metidos en un camión descubierto (creo que puedo afirmar que el más averiado vehículo que participó en toda la Peregrinación, que nos llevó, ida y vuelta, de Zaragoza a Santiago. Yo, por fin, volví a casa –¡andando!– con dos días de retraso ... ¡Qué buen recuerdo ... !» (José Luis Pérez Cebrián. Cf. SIGNO de fecha 6 de septiembre de 1958).«Aparte de estos recuerdos gratísimos [el abrazo al Apóstol, siempre inolvidable, el mensaje del Santo Padre, etc.] no puedo olvidar los percances por los que atravesé. Quedé con otro fuera de la caravana automovilística por falta de espacio. Aguardamos a los últimos camiones que pasaban por Madrid procedentes de Alicante, y apenas salimos de aquí se prendió fuego uno de ellos ... Una peregrinación con obstáculos» (Venancio Redondo Díez. Cf. SIGNO de fecha 6 de septiembre de 1958).
[200] Manuel Vigil y Vázquez (Cf. SIGNO de fecha 4 de marzo de 1950).
[201] Manuel Vigil y Vázquez. (Cf. SIGNO de fecha 4 de marzo de 1950).
[202] De fecha 6 de septiembre de 1958.
[203] EL IDEAL GALLEGO, La Coruña, de fecha 29 de agosto de 1948.
[204] Manuel Vigil y Vázquez (SIGNO de fecha 4 de marzo de 1950).
[205] Cf. De fecha 4 de marzo de 1950.
[206] Manuel Vigil y Vázquez (SIGNO de fecha 4 de marzo de 1950).
[207] Pío XII, radiomensaje a los jóvenes peregrinos en 1948 en Compostela.
[208] C.P., p. 1627 e Informe de los Peritos Teólogos.
[209] C.P., pp. 1642/1643 e Informe de los Peritos Teólogos.
[210] Escrito de Manuel Aparici (C.P., p. 1648).