«El proceso de la Juventud de Acción Católica Española (J.A.C.E.) [1]–escribe Salvador Sánchez Terán [2]– es un capítulo significativo en la historia del apostolado seglar y de la Iglesia española. Su estudio es necesario para todo el que quiera conocer nuestra evolución religiosa en el siglo XX», porque «cuando las instituciones avanzan en edad –escribe en SIGNO Manuel Aparici [3]– conviene de cuando en cuando hacer algo de historia para que sus miembros más jóvenes participen del espíritu que les dio vida y se incorporen plenamente a ellas.
»Y tratándose de una obra de jóvenes y sobrenatural como la Juventud de Acción Católica [4], la historia es mucho más necesaria, pues de una parte, el cambio de los miembros que la componen es más rápido, y de otra gran parte de sus acuerdos y conclusiones no afectan solamente a los que en aquel momento la integran, sino también a los que en el transcurso del tiempo la gracia de Dios ha de atraer a ella».
«Dejo a otras plumas –escribe, por su parte, Enrique Pastor, con motivo de las Bodas de Plata de esta Juventud– que narrarán con palabras teñidas de delicada emoción las primeras experiencias de nuestra Obra, el cuidado de inyectar en los corazones de hoy el entusiasmo por las glorias de ayer ...
»Después de fijar nuestra vista en lo que pasó hace veinticinco años ¿por qué no alzar una mirada sobre lo que podrá ser dentro de veinticinco años ... si nos aplicamos durante ellos en el trabajo y en el heroísmo, como, llenos de orgullo, hemos de proclamar que lo ha hecho en estos últimos lustros una generación que, cubriéndose de gloria, tiene que ser para nosotros un ejemplo y un estímulo? ... Quien no avanza retrocede, demos el paso cotidiano en el camino de la perfección [5] y de la santidad [6], y teniendo en cuenta el glorioso lema que heredamos, seamos en piedad más audaces; en el estudio, más entregados, y en la acción, más rápidos, eficaces y seguros» [7].
Pensamos que su figura, una de las más importantes de la Iglesia española del siglo XX, apóstol con vocación de crucificado que él mismo pidió a Cristo –¡Todo por Cristo! Era su lema [8]– y gran apóstol de Hispanoamérica [9], es digna de la más atenta consideración. Fue testigo clave de la historia de esa Juventud –donde quiso el Señor que ejerciese su apostolado y se santificase– durante los años 30 al 60 del siglo pasado. Presidente Nacional durante siete años, desde 1934 hasta 1941, año en que cesó para ingresar en el Seminario [10], desde donde desarrolló una ingente tarea de apostolado y humanitaria a la que estaba totalmente entregado –su Presidencia no era simplemente burocrática– , y, después de su ordenación sacerdotal y de su etapa de formación en la Universidad Pontificia de Salamanca, Facultad de Teología, a donde le había mandado su Obispo a completar su formación, Consiliario Nacional durante nueve años, desde 1950 hasta 1959 [11], año en que tuvo que cesar por grave enfermedad de la que moriría en 1964. Vivió y murió en olor de santidad. Fueron treinta años al servicio de la Iglesia –su identificación con ella era total– y del Papa, de los sacerdotes y de los jóvenes.
Como seglar puso en marcha e impulsó uno de los más formidables movimientos juveniles de espiritualidad y apostolado en España de los últimos tiempos [12]: el de la Juventud de Acción Católica de la que fue su alma y su vida, su artífice y sostén [13]; porque «decir Manuel Aparici era decir Juventud de Acción Católica» [14] (en él está encerrada casi toda la historia y el espíritu de esa Juventud [15], «¡aquella Juventud que él quería unida en torno al Papa y a los Obispos!» [16]. Había asumido e interpretado con mucha claridad el espíritu de la Acción Católica definida por Pío XI.
Su ejemplo personal –asegura Mons. Mauro Rubio Repullés–supuso el avance definitivo del apostolado seglar en España. «Animaba siempre al compromiso cristiano del laicado para la renovación de la Iglesia española» [17].
«La concepción que tenía del apostolado laical era la correcta, ortodoxa y precisa, incluso con una visión profética certera, porque después de su muerte tuvo lugar el Vaticano II, que de diversas maneras dijo lo que tantas veces le oí decir a D. Manuel con claridad y entusiasmo indecible. ¡Cuántas ideas de los Decretos del Concilio le había oído a D. Manuel, no digamos la “Llamada universal a la santidad”!» [18].
Se anticipó en muchísimas cosas a las que después diría el Concilio: Doctrina y testimonio de vida, el papel del seglar en la Iglesia y en el mundo, el Ideal Peregrinante, el Ideal de santidad y apostolado, la adhesión a la Jerarquía, valoración de la vocación sacerdotal como algo fundamental en la Iglesia etc.
Trabajó principalmente durante toda su vida en contacto directo con las almas de los Jóvenes de Acción Católica, «aunque no le fueron ajenos los demás campos de apostolado» [19].
Su figura, su vida, su obra y espiritualidad, que impresionó a quienes le conocieron, llenan una página de la historia religiosa de España en el siglo XX y le convierten en testimonio vivo y modelo ejemplar de apóstoles seglares y de sacerdotes. ¡Cuánto bien podría hacer, en la Iglesia de hoy, su ejemplo!
Con su respuesta al llamamiento del Papa Pío XI a una «Cristiandad ejemplar» [20] y su «vocación hispana» –vocación comunitaria de los pueblos hispánicos al apostolado, para la salvación del mundo– puso en pie de marcha peregrinante a esa Juventud y supo despertar en ella un alto ideal de santidad y apostolado: el Ideal Peregrinante [21], como estilo de Vida. De apostolado, porque se trataba de convocar en Santiago a las Juventudes Católicas de los pueblos hispanos a una empresa común de reconquista del mundo para Cristo. De santidad, porque tal empresa habría de exigir de quienes se comprometieran a ella una vida de verdadera santidad, personal y comunitaria.
Movido por las ideas de Manuel Aparici, Antonio Rivera, el «Ángel del Alcázar», en unos Ejercicios Espirituales escribió su propósito: “Para Santiago he de ser santo”. Muerto Antonio Rivera, este grito -«¡Para Santiago, santo!»- fue el lema de los jóvenes peregrinos en los largos años de caminar en espíritu hacia Compostela.
No todos, sin embargo, estaban de acuerdo con él. Entre sus inmediatos colaboradores algunos pensaban –como era opinión común aquellos años– que la santidad es cosa de pocos, los demás hemos de contentarnos con ser buenos.
Después del retiro a que asistió sobre introducción a las virtudes sacerdotales (era ya seminarista), anota en su Diario [22]: «Me ha sido útil, pues he oído fuera de mí mismo lo que hace diez años venía practicando ... ».
Año y medio después, l 11 de junio de 1946, siendo seminarista, le dice a José Rivera Ramírez:
«Desde 1931 a 1941 me pasé todo el tiempo que estuve en el Consejo Superior diciendo que lo único que había que exigirle a un joven para ser miembro de la Acción Católica era que tuviera una aspiración firme y sincera a vivir en gracia de Dios; también fue norma de los Consejos de que formé parte y presidí el pedir a los jóvenes santidad y hasta santidad heroica. Sabía que muchos de fuera del Consejo, y aún algunos del Consejo, decían que yo no estaba en la realidad; vi muchas sonrisitas que querían significarme que era un iluso, en bocas en que no las debiera haber visto; pero cuando ofrendé mi insignia a la Virgen del Pilar en el acto que celebró el Consejo Diocesano de Zaragoza tuve la satisfacción de oír de labios de D. Hernán Cortés [23]: “cuántos y aun compañeros del Consejo Superior de Manolo venían a decirme que le frenara en el pedir santidad a los jóvenes porque no estaba en la realidad, y ahora después de siete años tengo que decir que el que estaba en la realidad sobre el poder de la gracia era Manolo, puesto que en la Juventud de Acción Católica durante su Presidencia han florecido 7.000 mártires y 2.000 vocaciones sacerdotales”. Y ahora argumento yo, como del hecho a la posibilidad la ilación es perfecta, no hay duda de que los jóvenes de Acción Católica pueden vivir en gracia, si quienes los dirigen, seglares y sacerdotes, viven entregados a esta santa misión. ¿Cómo? Es muy largo de decir y hoy me falta tiempo. Ya lo hablaremos este verano. Hasta entonces».
Si entonces aquellos jóvenes aspiraban a ser santos («Para Santiago, santo»), hoy el Concilio Vaticano II nos proclama con claridad meridiana la universal vocación a la santidad: «En la Iglesia, todos, lo mismo quienes pertenecen a la Jerarquía que los apacentados por ella, están llamados a la santidad, según aquello del Apóstol: «Porque esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación”» [24].
Toda su vida y su obra está impregnada del Ideal Pere-grinante. «La sed de almas que … quería despertar en los suyos le llevó a comprometerles a esforzarse por una Cristiandad “ejemplo y guía para el mundo profundamente enfermo”. La ansiada peregrinación a Santiago de Compostela [25] había de ser el medio para tan intrépida decisión» [26]. Era para todos el alma y el impulsor principal.
«Levantó bandera contra el neopaganismo, consiguió una organización de apostolado juvenil como desde entonces no ha vuelto a haber. El neopaganismo, con unas u otras formas, es algo que hay que seguir combatiendo con el denuedo de Manuel Aparici y poner en marcha una organización de apostolado juvenil de acuerdo con los tiempos actuales» [27].
Su vida fue muy sencilla pero intensamente vivida al servicio de Dios, de la Iglesia y del Papa, en los hermanos. «Quienes convivimos con él aquellos dramáticos años podemos testimoniar que, siguiendo a Nuestro Señor, él tenía sed de almas, viva sed de almas de jóvenes» [28].
Comenzó desde joven a recorrer el camino de la perfección y avanzó en él con paso firme, constante y decidido, afrontando las dificultades que lleva consigo la marcha hacia la santidad. Así, un martes 3 de noviembre de 1931, anota en su Diario: «Únicamente siendo yo santo podré santificar a los demás».
Mons. Ricardo Blanco, a la sazón Obispo Auxiliar de Madrid–Alcalá, al glosar la personalidad y la obra de Manuel Aparici, la evocó en tres facetas: «humilde converso», «apóstol infatigable» y «gran víctima» [29]. Pero tan certeramente como él lo hizo el Cardenal D. Ángel Herrera Oria al calificarlo de «Coloso de Cristo, de su Iglesia y del Papa» [30]. Y con estas palabras del Cardenal podríamos resumir la figura de este gran apóstol de nuestro tiempo.
¿Pero cuánto de grande?, nos podríamos preguntar.
En la página 83 de “Camino”, Edición crítico–histórica preparada por el Dr. D. Pedro Rodríguez, Instituto Histórico Josemaría Escrivá, 2ª edición, corregida, Ediciones Rialp, S/A., se lee que «en los días finales de la redacción decidió el Autor dedicar el nuevo libro –todavía con el título antiguo: Consideraciones Espirituales– a Manolo Aparici, Presidente de la Juventud de Acción Católica: que tanto sabe de juventud vibrante y de apostolado».
También hace referencia a él en las páginas 90, 97 y 140.
«Sus sucesores, Antonio García–Pablos el primero [31], mantuvieron sus enseñanzas apostólicas con una fidelidad tocada de su sed de almas» [32].
Esta biografía nos ofrece una semblanza de las diversas facetas de su rica personalidad, aunque no podamos agotarla en su fecunda riqueza de datos, de fechas, de rasgos personales, de notas, etc. Se trata, sin embargo, de una primera aproximación al conocimiento de la figura, la vida, la obra y espiritualidad de este apóstol infatigable, figura excelsa de la Iglesia española, cuyo recuerdo aún perdura, enamorado de Cristo, de su Iglesia y de España, digno de la más atenta consideración, en el que habrá que seguir profundizando.
La obra se convierte así, en un libro abierto, en un ensayo que, como tal pueda ampliarse, discutirse y revisarse. Ese será el trabajo de otros y nosotros así lo deseamos.
Tiene un carácter temático, procurando mantener, en la medida de lo posible, la cronología de los hechos y de los acontecimientos lo que a veces conlleva un cierto, aunque mínimo, solapamiento de los temas, con el fin de no romper en ningún momento el tratamiento unitario y el hilo conductor de los hechos.
Quiere ser, además de un recuerdo entrañable y agradecido al «Capitán», un testimonio de los militantes de la Juventud de Acción Católica de ayer para los militantes de la Acción Católica de hoy. Son sus raíces, pues recogen la memoria histórica más reciente y abren las puertas a ulteriores investigaciones y estudios.
Para su redacción, Peregrinos de la Iglesia, que tomó como bandera el Ideal Peregrinante que Manuel Aparici dio como sello específico a aquella Juventud [33], se ha servido de la documentación enviada a Roma en su Causa de Canonización, rico y preciado tesoro; documentación que comprende: Las declaraciones de los testigos y los testimonios recibidos, algunos breves, muy breves, pero de gran interés teniendo en cuenta las personas que los emitieron, todos ellos muy cualificados, así como sus escritos: Diario, Cuaderno, apuntes, fichas de trabajo, Testamento Espiritual a su sucesor en la Presidencia Nacional, Antonio García–Pablos, cartas enviadas o recibidas, antes de y durante su larga y penosa enfermedad, etc., que revelan la altísima calidad de su alma, los informes de los Peritos Archivistas [34] y de los Peritos Teólogos [35], el semanario SIGNO [36], el BOLETÍN DE DIRIGENTES, del Consejo Superior [37], las revistas LA FLECHA, «órgano de las Juventudes Católicas en España» [38], ECCLESIA [39] e INCUNABLE [40], y artículos en VAMOS, Boletín de la Unión Diocesana de la Juventud de Acción Católica, Zaragoza; CRUZADA, órgano de los Jóvenes de Acción Católica, suplemento al Boletín Oficial del Episcopado, Jaén, el periódico EL CASTELLANO, que se conozcan; artículos todo ellos dirigidos a los jóvenes exhortándoles a trabajar por el Reino de Dios y ser peregrinos de un camino de santidad [41].
También se ha servido de la Semblanza Biográfica, apunte para una biografía, preparada por la Postulación de la Causa en su fase diocesana, de 83 páginas, de 14,5 x 21, Madrid 1994, a los treinta años aproximadamente de su muerte, en la que la Postulación trata la materia con un sentido verdaderamente crítico y se ha hecho merecedora de la máxima credibilidad. Para su redacción dispuso de óptimas fuentes, pues pudo entrevistarse con muchas de las personas que conocieron y trataron a Manuel Aparici y manejó los escritos y documentos conservados en los archivos de Peregrinos de la Iglesia, de los que una copia autenticada obra en poder de la Congregación para las Causas de los Santos. Asimismo, obra en poder de la Congregación un ejemplar de la Semblanza enviado el 4 de mayo de 1994 por el entonces Arzobispo de Madrid–Alcalá, Cardenal D. Ángel Suquía Goicoechea, al Emmo. y Rvdmo. Señor Cardenal Angelo Felici, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.
A nuestro juicio es preciso destacar el artículo sobre «El espíritu del Peregrino» y la colección de artículos «El compromiso de Peregrino», 1948, modesta edición, que recoge el pensamiento de Manuel Aparici sobre la Peregrinación a Santiago.
En el prólogo de este último, Juan Candela Martínez, a la sazón Presidente del Consejo Diocesano de los Jóvenes de Acción Católica de Murcia, más tarde testigo en la Causa de Canonización del Siervo de Dios, decía, entre otras cosas:
«Nosotros nacimos a plena vida de la Juventud de Acción Católica de España, llevados de la mano de aquel Aparici de la inmediata posguerra, que incansable recorría las Diócesis recién liberadas … Porque como el mismo Aparici nos dirá después, “toda gran empresa requiere un pensamiento común en quienes la sirven” …
»No es tanto, pues, hoy y ahora, el oír, el leer y el meditar lo que Aparici ha dicho sobre Peregrinación, un deber de justicia y de gratitud cuanto una necesidad ineludible que nos marca nuestra condición de dirigentes y jóvenes que vamos a dar cima en el próximo agosto a la proyección histórica y concreta de la esencia misma de nuestra Obra, la cual hemos de legar a las futuras generaciones, y sobre todo a nuestros Aspirantes, con la pureza y ortodoxia con que la recibimos.
»Y como la esencia de nuestra Obra es peregrinar y, en no poco, peregrinar por los ideales y con el estilo que nos marcó Aparici, el “Compromiso de Peregrino” que Aparici redactó es la síntesis de cuanto puede definirnos y de cuanto tenemos que realizar…
»Es precisamente el molde de aquel ya viejo y perennemente vivo “Compromiso de Peregrino” del que se ha servido Manuel Aparici, desde su dulce altura sacerdotal y desde el acervo de amores, desvelos y experiencias que fue toda su vida de joven de Acción Católica y de Presidente Nacional, para trazar toda la teoría de nuestra Obra. Y lo hizo no sólo para inmediata enseñanza de cuantos peregrinamos a Santiago en este Año Santo de 1948, sino también con la previsora intención de legar a todas las generaciones juveniles hispánicas cuanto el Señor quiso que fuese el pensar, el sentir y el obrar de la Juventud de Acción católica, según pudo percibirlo y adivinarlo –el que era ya, por designio de la Jerarquía, Capitán de Peregrinos–. De la forma misteriosa y feliz con que siente la voluntad de Dios él que es mayor y guía entre los hermanos.
»Por eso es posible ver en el contenido mismo de estas glosas a cada uno de los puntos principales de nuestro “Compromiso de Peregrino”, ese claro sentido trascendente a lo puramente circunstancial de un par de fechas ciertamente importante, pero al fin pasajeras e históricas, que son el 28 y 29 de agosto de 1948. Porque tales glosas calan en lo hondo de la teoría de la peregrinación con ánimo de desvelarnos justamente lo teológico, lo ascético y lo místico de aquella, que si tendrá su plasmación muy clara y expresiva en la próxima epifanía triunfal de Santiago de Galicia, ha de ser base perenne de nuestro pensar y vivir como Juventud de Ación Católica a través de todos los tiempos, mientras el Señor sea servido de mantener en la Iglesia española aquel brote fecundo de su Amor, configurándolo como una encarnación viva y ejemplar de la Palabra y la Vida de Jesús, alzada ante un mundo que necesita hoy y necesitará siempre de la Vanguardia de Cristiandad.
»La aportación en este sentido de Manuel Aparici es valiosísima para la Juventud de Acción Católica de España. Con ello se responde también a la pregunta de muchos: ¿Qué hacer, qué decir, qué pensar cuando regresemos de Santiago? …
»Son los capítulos que siguen una serie de artículos publicados por Manuel Aparici en nuestro semanario nacional SIGNO, tan amado de él y de toda la Juventud de Acción Católica No todos, sin embargo … “Plano de la Cristiandad futura”, a pesar de su brevedad, es de tal densidad en sugerencias, que él, por sí solo, basta para proporcionar ideas con que entender glosados algunos puntos del “Compromiso” no específicamente tratados bajo su rúbrica particular.
»El libro queda así con la primitiva redacción y frescura de ideas con que fue elaborándose en SIGNO, salvo contadísimos retoques hechos por el propio autor, coronado con el Capítulo la “Peregrinación y el Papa”, que, sin ser una glosa concreta a algún apartado del “Compromiso”, es, sin duda, un digno colofón que Aparici ha querido poner a toda la teoría de nuestra Peregrinación que desde 1934, 1936 y concretamente desde el 14 de marzo de 1937 no se concibe sin que la figura, la palabra y la presencia, en fin, venerables del Pontífice la presidan …
»Y porque aun esto sea apoyado con palabras del propio Aparici, consignaremos aquí lo que él mismo dirá más adelante: “No pretenden ser estos artículos un tratado de todo lo que el compromiso de peregrino enuncia y menciona, sino una ayuda a la que me obliga el título de Capitán que me otorgasteis”. La nota de modestia es evidente, pero no extraña, como sabemos, en el autor. Mas es justamente este título de Capitán de Peregrinos, que le otorgó la Juventud de España, con el que Aparici se presenta de nuevo a ella por medio de esta obra, y el que, por estar bien justificado y atribuido según lo siente el sincero y apasionado corazón de esta misma Juventud, basta para privarnos de intentar por nuestra parte una presentación del autor, al uso en todas las líneas preliminares de un libro. Dicho intento hubiera sido imperdonable para una generación como la nuestra, que recibió de los labios y la pluma de Manuel Aparici las primeras noticias de nuestra Obra y aprendió de su vida el amor y la generosidad con que hay que servirla.
»Como queda explicado que fue sólo el amor que Aparici tiene a esta Juventud de nuestra Diócesis el que le llevó a consentir que fuéramos los meros recopiladores y editores de su doctrina, a nosotros sólo nos resta testimoniarle aquí nuestra gratitud y pedir al Señor porque sus palabras calen cada vez más en el alma de la Juventud a quienes van dirigidos».
Por otro lado, las declaraciones y testimonios de todos los testigos: Cardenales, Arzobispos, Obispos, sacerdotes (dos de ellos compañeros suyos en el Seminario), religiosas y religiosas, y seglares (colaboradores, amigos y familiares, entre ellos varios sobrinos y primos) [42], son de suma importancia teniendo en cuenta la época en que le conocieron, trataron, convivieron y/o colaboraron con él, algunos muy estrechos colaboradores en su etapa de seglar y/o de Consiliario, llegando incluso varios de ellos a tener amistad y/o intimidad con él Cubren casi todo el arco de su vida desde 1928 hasta 1964, año en que falleció. Para los años anteriores a 1928, sus familiares, algunos testigos y el mismo Manuel Aparici nos facilitan datos de sumo interés de esos años relativos a su ambiente familiar, infancia, conversión, etc.
Es de notar, por otra parte, que no existe ningún testimonio en su contra. Todos los testigos reconocen que era un hombre de Dios, de una profunda vida interior, de intensa oración, de una entrega generosa sin límites, de formación constante, de adhesión sincera y gozosa a la Jerarquía, etc.
Podemos concluir, pues, que dicha documentación resulta suficiente para ilustrar su figura, su vida, su obra y su espiritualidad durante los largos y fecundos años de su actividad apostólica, y de su larga y penosa, pero no menos fecunda, enfermedad.
Con su santa muerte, el 28 de agosto de 1964, tras nueve años de inmisericorde dolencia que lo tuvo recluido, inmóvil entre acerbos dolores, pero con fe acrecida y con su sonrisa característica, se cerraba no sólo una vida sino una etapa en la historia reciente de la Iglesia española donde dejó una profunda huella. Aún lo recuerdan con admiración los grandes líderes católicos del mundo entero como ha podido comprobar José Díaz Rincón como miembro del Pontificio Consejo para Laicos y «su recuerdo permanece vivo entre todos, con la gratitud de haber recibido mucho de él» [43].
Por su parte, D. Antonio María Rouco Varela afirmaba, cuando era Arzobispo de Santiago de Compostela, que «desde 1948 está vivo en Santiago el recuerdo de Manuel Aparici y su obra» y «su recuerdo aún perdura en la ciudad de Salamanca», aseguraba años más tarde el M.I. Rvdo. Sr. D. Manuel Cuesta Palomero, Delegado Episcopal del Año Xaccobeo [44].
De la mano de unos y otros, pues, iniciamos su biografía [45]. Ellos son los garantes de la fidelidad de cuanto se dice en la misma.
Con enorme empeño Peregrinos de la Iglesia ha dado vida impresa a estas páginas memorables de la Juventud de Acción Católica Española en «uno de los hombres que más profunda huella ha dejado en la Acción Católica y en la Iglesia de España durante los últimos treinta años», [46] Manuel Aparici, que, de no recogerse podrían caer en el olvido y no ser conocidas por los militantes de Acción Católica de las generaciones presente y futura cuando falten los hombres que con él convivieron en un momento de su vida. Además, dice José Díaz Rincón: «Es de justicia dejemos las cosas claras». «La Iglesia y España –afirma– están en deuda con este santo apóstol, educador y generoso sin límites».
Gracias a este testimonio escrito de su vida, los militantes de la generación de Manuel Aparici podrán revivir una parte hermosa de su vida, y los más jóvenes conocer, por un lado, los afanes y anhelos apostólicos de quienes les precedieron capitaneados por él y transmitirla a las próximas generaciones: es una gesta de héroes y mártires [47], de apóstoles ardorosos como recuerda su Himno: «Ser apóstol o mártir acaso mis banderas me enseñan a ser».
Y esta fue su “Cruzada”: la sed de almas; la reconquista del mundo para Cristo [48]. Exactamente nuestra misma cruzada.
Es, pues, un modesto homenaje a nuestro «Capitán».
Que Santa María Antorcha de los Peregrinos nos haga fuertes en el combate de cada día y que el Señor, por medio de su intercesión, haga que, a imitación suya, trabajemos sin descanso por la extensión de su Reino y el bien de nuestro hermanos ante la Nueva Evangelización.
« ... Más de la mitad de la Iglesia católica vive en América y habla español. Juan Pablo II confía en que España asuma una mayor responsabilidad en el futuro de la Nueva Evangelización, repitiendo globalmente en el Tercer Milenio la epopeya realizada desde 1492 en el Nuevo Mundo». «El Papa está convencido –manifestó el portavoz del Santo Padre, Joaquín Navarro Valls, en Roma a la agencia Efe– de que España tiene que seguir jugando un papel muy importante en el mundo actual ... » [49]. « ... Ante los desafíos del Tercer Milenio y la Nueva Evangelización, Juan Pablo II invita a “recomenzar por Cristo” ... » [50].
[1] «Nombre que sustituyó al primitivo de Juventud Católica» (Manuel Vigil y Vázquez. SIGNO de fecha 4 de marzo de 1950).
[2] ECCLESIA de fechas 25 de abril y 2 de mayo de 1964.
[3] Se desconoce la fecha.
[4] «Se comprenderá –escribe Manuel Aparici– que no basta para que un alma sea de Acción Católica ni la inscripción en el libro de socios, ni la recepción de la insignia, ni su elevación a un puesto de dirigente».
[5] «La perfección –escribe en su Diario Espiritual, en adelante Diario– es una cuesta muy larga, pero, con la ayuda de Cristo, y Él nunca retira, puedo subirla».
Va desde el 28 de septiembre de 1930 hasta el 11 de noviembre de 1961. Lo empieza casi desde su ingreso en la Juventud de Acción Católica y lo finaliza dos años después de haber cesado en la Consiliaría Nacional de esa Juventud por grave enfermedad.
De él escribe en diferentes ocasiones y por diferentes motivos:
– «Unos días pasados sin anotar mis acciones diarias, sin anotar, mejor dicho, el motivo de estas acciones: la gloria de Dios. Hoy reanudo mi Diario. Él me va a servir como ayuda en esta lucha de la perfección».
– «¡Un mes largo sin confiar nada a este Diario, especie de espejo de mi conciencia! ¡Un mes largo sin hacer examen! ¡Qué mal me ha ido!».
– «¡Cuántas intermitencias! Un día escribo mi Diario y luego transcurre una semana o más sin volver a hacerlo, y así no puedo darme cuenta de si adelanto o retrocedo».
– «Más de un mes sin anotar aquí mis acciones, más de un mes sin tener contigo, buen Jesús, un ratito de charla, de charla íntima, de esa en que mirando a mi interior veo si has crecido en mí o si, por el contrario, he puesto obstáculos a tu gracia».
– «¡Mes y medio apartado de mi Diario; mes y medio sin hacer examen de conciencia! Mal me ha ido; pero hoy empiezo nueva vida, desde hoy he de avanzar todos los días un poco en mi santificación, o mejor dicho, cada día debo dar mayor gloria a Dios que el anterior.
»Un plan de vida; a él me ajustaré, si tu gracia me asiste, Jesús mío. Vamos a él» [y lo formula].
– «No puedo ya pasar más tiempo sin volver a mi antigua y conveniente práctica de hacer mi balance diario de conciencia y anotarlo en este cuaderno de mis memorias de vida espiritual».
– «Recomienzo por tu infinita misericordia, Señor y Dios mío, este Diario que intenta ser confidencia contigo y con mi propia conciencia para tratar, con tu gracia, de aprovechar mejor las inmensas gracias que tratas de concederme».
[6] El anhelo de santidad es una constante en su vida después de su conversión y lo es hasta el momento de su santa muerte. Su Diario y su Cuaderno son un elocuente testimonio al respecto. Narran con sinceridad y frescura, modestia y sencillez, su caminar interior hacia la Casa del Padre. En ellos se aprecia su gran delicadeza de espíritu, su honda e intensa vida espiritual, sus anhelos de santidad, su oblación continua, etc. Páginas hermosas y gratificantes, melodía permanente de un alma grande. En todas ellas se aprecia el latir de un corazón enamorado de su Amado, a quien quiere servir y por el que quiere vivir y morir en cruz. Y el Señor le premia con ella. Su etapa de victimación, es la etapa más hermosa y fecunda de su vida. A ella se dedica el Capítulo XI.
Decía Manuel Aparici: «La santidad de las cosas pequeñas hace los grandes santos» (Nota manuscrita sin fecha).
[7] SIGNO de fecha 30 de abril de 1949.
[8] «No, no será una fórmula lo que nos salve dijo el Cardenal Jean-Marie Lustiger, Arzobispo de París, en el Sexto Consistorio de Cardenales celebrado en mayo de 2001, pero sí una Persona, Cristo. Sería de ingenuos, insistió, prensar que la renovación en la Iglesia se alcanzará con simple medios técnicos» (ALFA Y OMEGA. de fecha 24 de mayo de 2001).
[9] «Más de veinte mil personas, entre ellas cuarenta Obispos, tres Cardenales, doscientos sacerdotes y el descendiente del Descubridor del Nuevo Mundo, Cristóbal Colón de Carvajal, duque de Veragua, han conmemorado en Trujillo (Honduras) el V Centenario de la primera misa celebrada en tierra firme americana. Según cuenta la historia ... fue oficiada el 14 de agosto de 1502 por Fray Alexandro, que viajaba a bordo del navío “La Vizcaina”, una de las cuatro naves que acompañaron a Cristóbal Colón en su Cuarto Viaje ... Desde entonces y a lo largo de estos cinco siglos, sólo España ha enviado 250.000 misioneros a América, según indicó el Cardenal de Santo Domingo, Nicolás de Jesús López Rodríguez, quien presidió la ceremonia en representación del Papa» (ABC de fecha 21 de agosto de 2002, página. 53).
[10] «Como dato significativo hay que resaltar el hecho de su obediencia a la petición del Cardenal D. Enrique Pla y Deniel de que retrasase su ingreso en el Seminario, pese a su gran deseo de hacerlo, manifestado insistentemente en sus escritos y palabras» (Virgilio José López Cid).
«Bueno, en aquellos momentos no te extrañe –dice el Cardenal D. Vicente Enrique y Tarancón–, porque el mismo Pla y Deniel que a él le pidió una cosa, a otros les pedía otra cosa un poco distinta … porque él juzgaba que Manolo de seglar estaba haciendo una labor maravillosa. Y era verdad. Quizás más que de cura. Y quizás más que de cura porque delante de los jóvenes el testimonio de un joven como ellos, seglar, tiene más garra que el de un sacerdote; es normal, está más cercano, vive como ellos, parece que había de pensar como ellos; y entonces ese testimonio, esa palabra, tiene una garra que no tiene cuando uno va con hábitos, que dice: “éste, parece que sea ya su profesión”. ¿Entiendes? Eso es lo que yo podría decir de él».
«El Cardenal Primado D. Enrique Pla y Deniel–asegura por su parte José Díaz Rincón– consideró que la labor que estaba haciendo en el laicado era fabulosa y no podía cortarse tan deprisa, invitándole a retrasar su ingreso en el Seminario; así se lo oí contar al Cardenal».
[11] Desde 1941 a 1950 son años intensos de formación sacerdotal.
[12] Decía: «¡El Apostolado! Es el rayo de sol (amor de Dios) que se recibe en nuestra alma, y, desde ella, limpia y bruñida, se lanza sobre las almas que se deslumbran así» (Mons. Jesús Espinosa Rodríguez). Procuraba, además, ejercer siempre el apostolado de la buena conversación.
[13] Concebía la Acción Católica como fue planteada por S.S. Pío XI adaptada a España por Mons. Zacarías de Vizcarra, Obispo Consiliario de la Acción Católica Española: «Asociación de Apostolado seglar al servicio de la Iglesia y de la Jerarquía».
Decía: «Así la piedra se va tallando; la Acción Católica taller de cantería de la Iglesia».
[14] SIGNO de fecha 17 de noviembre de 1948.
[15] «¡¡Ojalá –dirá muchos años después el Rvdo. Jaime García Rodríguez– que de este rescoldo se avive lo que tanto bien ha hecho a la Iglesia, y que lleva veinte años de letargo: nuestra Acción Católica!! Esto que fue el mimo de Manolo será, sin duda, objeto de su intercesión ante el Señor».
[16] Mons. Maximino Romero de Lema.
Algunos Obispos fueron dirigidos suyos, otros lo tuvieron o lo tienen como modelo y muchos de ellos fueron amigos.
[17] Mons. José Cerviño y Cerviño, Obispo Emérito de Tuy–Vigo.
[18] José Díaz Rincón.
[19] Rvdo. Mariano Barriocanal.
[20] «En la Encíclica “Mit Brennender Sorge” publicada en 1937 el Papa urgía una “Cristiandad ejemplo … para el mundo profundamente enfermo”. La sed de Manuel Aparici responde al llamamiento pontificio proponiendo que la peregrinación a Santiago sea una llamada, una incitación para que España fuese principio de esa “Cristiandad ejemplo”, es decir, la Vanguardia de Cristiandad, de la que tenían que ser adelantados los Centros de Vanguardia en los que los jóvenes movilizados se esforzaban en poner oraciones entre balas [Capítulo XIV] … ¿Y por qué, en vez de la «Divini Redemptoris» contra el comunismo, Manuel Aparici escogía para precepto de los Centros de Vanguardia y para la Obra toda un pasaje de la Encíclica contra el nazismo, la «Mit Brennender Sorge? … Manuel Aparici llevado de su sed de almas había visto claro» (Manuel Vigil y Vázquez). «Y esto en un periodo apasionado, difícil para ver claro, porque para muchos era obscuro y para otros confuso aun con buena voluntad» (Mons. Maximino Romero de Lema).
En ella, la «Mit Brennender Sorge», el Papa formula su apremiante llamada a una «Cristiandad ejemplar». Pero no pretende una vuelta al viejo concepto de «Cristiandad» no exento de connotaciones políticas, sino que urge a la Cristiandad –conjunto de fieles que profesan la religión cristiana, como la define en su primera acepción nuestro diccionario– a que vivan su Fe en plenitud, para salvar al mundo.
Para Manuel Aparici «Cristiandad» no es una concepción política social, ni concepto filosófico, histórico político = Papa y Emperador, sino teológico, «es la porción del Cuerpo Místico que se desarrolla y crece en el tiempo, el Reino de Dios que, aun estando dentro de nosotros, se proyecta y aflora al exterior en la organización familiar, social, política e internacional» ... «Aquella Ciudad santa que San Juan en Patmos ve descender del cielo por la mano de Dios, compuesta y engalanada como una novia para el esposo ... Aquella piedra angular, Cristo, que se encarna en María Santísima por obra y gracia del Espíritu Santo y que lleva en sí mismo la plenitud de la gracia con la que poder embellecer a cuantos, en el transcurso de los siglos, se le incorporen a Él en su Iglesia, por la fe que obra por la Caridad ... Es ese Cristo Eterno Sacerdote, perpetuado en la Jerarquía de su Iglesia, a través de la cual, y por medio del sacerdote» ... «La Cristiandad no sólo hay que verla en la dimensión del espacio, sino también en la del tiempo ... No basta, no, que sintamos la comunión de los santos sólo con los que peregrinan en este momento sobre la tierra. Es menester que sintamos también la unión con todos los que peregrinaron».
[21] En ocasiones se hablaba de «mística peregrinante».
[22] De fecha 24 de noviembre de 1944.
[23] Era entonces Consiliario Nacional.
[24] Lumen Gentium, 39.
[25] En nota manuscrita, sin fecha, Manuel Aparici, a modo de ficha de trabajo, habla, sin desarrollar, de las ideas ascéticas de la peregrinación, de la conducta del peregrino (Piedad: Prácticas que garanticen estado de gracia a juicio del director espiritual; Estudio: Por el que adquiera conciencia clara del juramento de Santiago y Acción Apostólica: Formar peregrinos), el peregrino efectivo, el peregrino enfermo, el peregrino simpatizante, el dirigente peregrino, el simple asociado, el joven no de Acción Católica peregrino.
[26] Manuel Vigil y Vázquez.
[27] Manuel Vigil y Vázquez.
[28] Manuel Vigil y Vázquez.
[29] C.P., p. 9045.
«Repasé mi Diario desde junio de 1939 –anota el 11 de febrero de 1941– y vi que el Señor ha derramado un verdadero cúmulo de gracias sobre mi alma, que no he aprovechado. Continuamente salta en las páginas de mi Diario el llamamiento del Señor a que me entregue a Él como víctima voluntaria para expiar los pecados de los jóvenes. Dos veces me ha pedido clarísimamente que no le niegue nada. La última que busque siempre y en todo lo más duro, lo que más me crucifique. Con temblor y con miedo, pero apoyado en su gracia prometí hacerlo. Y nada he hecho aún. Por el contrario, en el último mes no me he mortificado nada. Debo hablar de esto a mi director y pedirle que me ayude a ser víctima. Mis sufrimientos durante esta temporada han sido únicamente interiores. Me han dolido las almas ... ».
Y esta aspiración es una constante en su vida después de su conversión. Y lo es hasta el momento de su santa muerte. Su Diario, Cuaderno, cartas, escritos, etc., principalmente de los dos primeros, son elocuentes al respecto. Una lectura reposada de ambos ayudará a comprender su etapa de victimación, la etapa más hermosa y excelsa de su vida de apóstol.
[30] Como le oyó llamar a su amigo el Cardenal D. Ángel Herrera Oria dice José Díaz Rincón. Por su parte, Mons. Mauro Rubio Repullés, Obispo Emérito de Salamanca –que sustituyó a Manuel Aparici en la Consiliaría Nacional al cesar éste por grave enfermedad–, también testigo, declara: «El Cardenal D. Ángel Herrera le calificó de “Coloso de Cristo, de la Iglesia y del Papa”»; extremo éste que confirma también otro testigo: Alejandro Fernández Pombo.
[31] Sucedió a Manuel Aparici en la Presidencia Nacional de los Jóvenes de Acción Católica.
[32] Manuel Vigil y Vázquez.
[33] Surgió como Grupo de Peregrinos en 1973, recordando el Ideal Peregrinante de Manuel Aparici al cumplirse el 25 aniversario de la Peregrinación mundial de la juventud a Santiago de Compostela en 1948. Sus primeros componentes, antiguos Jóvenes de Acción Católica, ya en su primer documento –«Carta abierta: Por una Cristiandad ejemplar»–, ampliamente difundido, manifestaron su voluntad de renovar el compromiso, de santidad y apostolado, que les había llevado a Santiago en 1948.
Promulgado el nuevo Código de Derecho Canónico, se abre el camino para su constitución como asociación eclesial. El 7 de junio de 1985, el entonces Arzobispo de Madrid–Alcalá, Cardenal D. Ángel Suquía Goicoechea aprueba sus Estatutos y la reconoce como asociación privada de fieles, con personalidad jurídica y subsiguiente reconocimiento civil. La Asociación, que está establecida en otras Diócesis de España, se rige por las normas de dicho Código y por las disposiciones de sus Estatutos.
«Tiene como fin específico el promover un movimiento de espiritualidad y apostolado que, fundamentado en la espiritualidad que se deriva del carácter peregrinante de la Iglesia, contribuya a la renovación espiritual, la unidad eclesial y la movilización apostólica del Pueblo de Dios, bajo la dirección de sus Pastores. Y en actitud de fidelidad y adhesión a la persona y al magisterio del Vicario de Cristo» (Art.4º de sus Estatutos).
[34] Breve exposición de su figura, su vida y su obra tal como resulta de los escritos y documentos investigados: Diario, Cuaderno, su Testamento espiritual como Presidente Nacional de la Juventud de Acción Católica, a su sucesor en la Presidencia, etc.
[35] Han examinado, como ellos mismos reconocen en su informe, el Diario, el Cuaderno, su Testamento espiritual como Presidente Nacional de la Juventud de Acción Católica, a su sucesor en la Presidencia, así como todos sus escritos. Y en base a ellos han realizado una breve exposición de los aspectos más sobresalientes que a lo largo de todos los escritos les han llamado la atención y que reflejan el pensamiento, la vida y virtudes teológico morales que éste logró desarrollar en beneficio de sí mismo y de todos a quienes él se dirigía y muy en particular a la juventud de Acción Católica verdadera Vanguardia de Cristiandad. (Uno de los Peritos ha sido un sacerdote ecuatoriano).
[36] Uno de los más ardientes deseos de Manuel Aparici era contar con un periódico para la juventud. Así, el 6 de junio de 1936, fundado por él, nacía en Madrid SIGNO con carácter quincenal. En 1940 se convierte en semanario. Desde el número uno ha estado vinculado a él y ha permanecido a su lado. Era el inspirador en sus líneas doctrinales, pero dejaba una gran libertad a sus Directores. «También fue un buen periodista que puso su pluma al servicio de su ardor apostólico» (SIGNO de fecha 10 de junio de 1950).
[37] Fue creado para satisfacer la necesidad de dotar a los dirigentes de la Juventud de Acción Católica de medios de información y de orientaciones relacionadas con su cargo. Procuró atender desde un principio esa misión específica con un espíritu fundamentalmente práctico (SIGNO de fecha 25 de enero de 1950).
[38] Una de las primeras propuestas de Manuel Aparici al incorporarse al Consejo Central en 1931 fue la necesidad de contar con una revista mensual para dirigentes; se aprobó su iniciativa de la que llegó a ser su Director.
[39] «Revista fundada por Manuel Aparici para dar a conocer la palabra del Papa», según el Rvdo. Manuel Pérez Barreiro. Aparece en 1941 como órgano de la Dirección Central de Acción Católica (SIGNO de fecha 28 de enero de 1950).
[40] De la que fue promotor, según el Rvdo. D. Luís María Torrá Cuixart. (Su carta del 20 de junio de 1994). Sin embargo, según el Rvdo. Manuel Pérez Barreiro, fue creada por Manuel Aparici, si bien en otro momento dice que intervino en su creación. (Su testimonio de fecha 24 de agosto de 1993). Durante su estancia en Salamanca, Manuel Aparici publicaría en la revista una serie de artículos.
[41] «Peregrino –escribe Manuel Aparici– es el joven que ha hecho de este Ideal (desnudarse del hombre viejo, que se atenga seriamente a los preceptos de Dios y en la solícita caridad con el prójimo, para revestirse del hombre nuevo) la norma de su vida y que a través de los días y las criaturas camina con todo el vigor de su alma joven hacia la consecución de este Ideal». Y el gran Ideal: «Jesucristo conocido, amado y servido en toda la tierra y esto mediante el vivir cristiano de cada uno en la gran Comunidad Hispánica al servicio de la gran Unidad de la Iglesia» (C.P., pp. 1642/1643 y p. 1948).
[42] Muchos de ellos colaboraron muy estrechamente con él en las tareas apostólicas, llegando incluso varios de ellos a tener amistad con él, y algunos una gran amistad. Para algunos fue su confesor y/o director espiritual.
[43] Mons. José Capmany.
[44] Su carta de fecha 5 de enero de 2004.
[45] Un día, por la gracia de Dios, la Asociación de Peregrinos de la Iglesia inició su Causa de Canonización. Posteriormente se personó en ella la Archidiócesis de Madrid, que la asumió por razones obvias. Actualmente ésta se encuentra en fase romana.
«Os felicito, una vez más –dice José Díaz Rincón por su escrito de fecha 10 de diciembre de 2003–, al Grupo de Peregrinos por vuestro talante y trabajos, pero sobre todo por promover esta Causa, tan justa y necesaria. Aunque la Asociación de Peregrinos de la Iglesia no hubiese hecho nada más que esta impresionante acción, que ha merecido su razón de ser en la historia de la Iglesia. ¡Que Dios os lo pague y bendiga! Por mi parte vivo en permanente gratitud y admiración hacia vosotros y vuestra Obra».
[46] Antonio García–Pablos en el Diario YA de fecha 28 de agosto de 1964, el día de su fallecimiento, bajo el título «GUÍA Y EJEMPLO DE UNA GENERACIÓN».
[47] «Por eso quien entonces presidía la Obra se hartó de decir: La talla la marcan los 7.000 mártires, quien no esté dispuesto a darla, dándose de todo a Cristo y a las almas que no venga».
[48] «Pienso que Manuel Aparici sintió la Guerra Civil como una Cruzada en defensa de la fe y de la moral cristiana» (César Domínguez Izuel). Por su parte, Manuel Vigil y Vázquez (Cf.), recuerda «aquellos inolvidables años vividos a su lado», y afirma en su testimonio: «Nosotros teníamos un sentido de Cruzada … era el de Manuel Aparici, de sed de almas para Cristo. Sostener esto en aquellas circunstancias tanto a un lado como a otro del frente era arduo ... Los Centros de Vanguardia intentaban dar en el frente el verdadero sentido de la Cruzada. Pero eran inevitables los condicionamientos patrióticos, muy sentidos por muchos de nuestros jóvenes, de lo que se originaba el peligro de confusión … Para mí Manuel Aparici era un ejemplo de entrega al Señor ante el que nadie con deseo de apostolado podía ser insensible dentro de la capacidad de cada cual».
[49] Juan Vicente Boo. Corresponsal en Roma. (ABC de fecha 2 de mayo de 2003, pág. 39).
[50] Mons. Julián Herranz, Arzobispo Presidente del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos (ABC de fecha 2 de mayo de 2003, pág. 41).