Con motivo de la Vigilia y fiesta de Santiago, Manuel Aparici dirige a los Centros de Apostolado de Vanguardia una Circular del siguiente tenor:
«Mis queridos hermanos de apostolado:
»Hace más de dos años, postrado a los pies del Santo Padre, recibí de sus labios la bendición para nuestra empresa. En vuestro nombre fui a exponerle la común ambición: convocar a toda la Hispanidad junto a la tumba del Apóstol para acometer, bajo las órdenes de Pedro y con el patrocinio y caudillaje del Capitán Santiago la reconquista del mundo para Cristo.
»Y la peregrinación comenzó. Dos años largos llevamos en caminar de cruzados. El triunfo de la cruz requería beber Cáliz de Pasión. Austera ascesis y penitencia de la guerra y de la persecución. Al compás de los triunfos de España, los del espíritu. Los de la Patria tienen los nombres gloriosos de Toledo, Oviedo, Teruel, Huesca, Bilbao, Santander, Lérida, Castellón; los del alma, renunciación, desprendimiento, ansia de Dios, celo de su gloria, amor de Cristo y sed de almas. Cuatrocientos de Apostolado de Vanguardia proclaman los avances del peregrino de nuestro espíritu.
»Dos años largos, mas ya alborea. Mirad hacia lo alto. Por el cielo de España cruza una ráfaga de estrellas. Es la luz de los que llegaron hasta ellas por su desposorio eterno con la cruz. Son los hermanos que ya llegaron a Compostela. Los que triunfaron ante los rojos o frente a ellos proclamando con su muerte la Verdad.
»En la noche del 24 al 25, donde quiera que estéis, yo os pido que elevéis vuestros ojos a la altura y que por ese camino de heroísmos, de sacrificios, de martirio, de santidad, enviéis vuestra plegaria, unidos en un mismo amor a todos los hermanos, hasta la tumba del Apóstol. Allí estará vuestro Consejo y vuestras Uniones Diocesanas, y todos juntos pediremos al Señor que abrevie el plazo, aunque aumente el dolor, que somos los hijos de la Iglesia impaciente y nos tarda el momento de llegar peregrinos para rendirle gracias por su triunfo en España y acometer la empresa de reconquistarle el mundo.
»Unidos siempre en el Corazón de Cristo, yo os pido en esa noche unión más viva y más ardiente para que nuestra plegaria la presente el Apóstol ante el trono de Dios» [46].
Y el 25 de julio de este año de 1938, Año Santo escribe en SIGNO:
«Esta es “nuestra peregrinación”. Caminar sin descanso las etapas de la vida del espíritu. Un día y otro avanzar siempre en la conquista de nuestro propio reino. Llenar de luz de Cristo nuestras mentes dilatando el corazón con impaciencia santas, ganar almas con obras de amor. Y esto en las jornadas duras de la guerra, en la trinchera, en la cárcel roja, en el hospital, en la retaguardia. Todos. Todos y cada uno a la mañana y a la noche de vida puesta en las manos de Dios. Porque Él reine en nosotros y en nuestros hermanos: el calor y la fatiga, el hambre y la sed, el dolor de la carne desgarrada, el tedio de la sociedad en el servicio de Él; la vida toda quemándose como el incendio en ese fuego del amor suyo y de sus almas».
Cuatro meses después, el 20 de noviembre, dirige desde Burgos una carta a la Juventud de Acción Católica invitándola a caminar en espíritu hacia Santiago; carta que publicó SIGNO, de la cual son estos párrafos:
«Mi querido hermano de apostolado:
»Una hermandad más íntima, más estrecha me une contigo: La de peregrino de Santiago. Tú y yo, con otros millares de Jóvenes de Acción Católica, hemos prometido al Señor Santiago ir peregrinando a su sepulcro de Compostela cuando ... luzca la paz. Y a través del espacio, un anhelo común nos une: queremos llegar a Compostela y rendir gracias al Apóstol porque volvió a conducir a los hispanos en esta lucha de liberación. Pero para nosotros esta palabra –liberación– tiene un sentido muy profundo ... Se trata principalmente de liberar nuestras almas de errores, de pecados, de hábitos de hombre viejo, en una palabra. Por eso somos ahora peregrinos. Caminamos tras de un ideal de perfección propia, queremos que resplandezca en nuestras almas la filiación divina, que se vea que somos hijos de Dios en nuestras obras, en nuestros gestos, en nuestras palabras. Y con este fin, con el de purificar nuestros espíritus, aceptamos antes de que la guerra empezara todas las desgracias y los sinsabores a lo humano ... En una y otra zona los espíritus de los Jóvenes de Acción Católica se habían abrazado de antemano a la cruz. Por ella, como dice la liturgia del Sábado de Gloria “queríamos llegar a la luz” de nuestro Congreso compostelano.
»Peregrinos de Santiago todos los Jóvenes de Acción Católica al comenzar la guerra, unos ya llegaron junto al Apóstol: Rivera, Moreno Ortega, Llanos, García Hoz, Mac Crohon, Trallero, Ursúa, Nieto, Cangas, Díaz de Rábago y millares y millares de hermanos, por el camino del martirio o de la muerte gloriosa por Dios y por España, llegaron al “Pórtico de la Gloria” de los cielos a formar junto al Apóstol como escolta del celestial Capitán de España junto al Trono de Dios. Los demás prosiguieron la Peregrinación en dolor de guerra, sufrimiento de hospital, tortura de cárcel o angustia de no alcanzar a serviros a todos los hermanos: etapas de nuestro caminar.
»Y puesto que todos somos peregrinos, en nombre de todos ellos os pido a todos y a cada uno que redobléis vuestra oración y que en ella, con todo el ímpetu de vuestro corazón juvenil, abracéis a todos los otros peregrinos para que pronto nos dé el Señor ese día de paz, en el que “cantaremos gozosos himnos de victoria” ... porque el cielo ha recibido con júbilo una santidad nueva –siquiera en su título externo–: La del apóstol seglar [47], la del Joven de Acción Católica, que supo abrasarse en amores de Cristo y sed de alma en las cárceles, en los hospitales y en los campos de batalla; himnos de victoria, porque, como dice San Juan: “Lo que triunfa en el mundo es nuestra fe”, y el Señor la ha hecho crecer tanto en nuestras almas, que estamos seguros de que por su fe en Él resucitará a amores suyos toda la juventud de España, y tras de ella, secundada por la de la estirpe española, toda la juventud del mundo.
»Ya lo sabéis. Cuando la Cruzada acabe haremos la última jornada de muestra peregrinación; recorreremos haciendo penitencia, cual verdaderos cruzados, los caminos de España para reunirnos en Compostela y allí mostrar al mundo cómo siente y cree y ora y sueña la juventud de España. Porque supo vivir la guerra como víctima de propiciación por los pecados del siglo XX y enclavarse en la cruz para que hacia ella volvieran su vista las almas que le abandonaban. España podrá volver junto a la tumba del Apóstol, su padre en la fe, a proclamar su ideal de adalid de los intereses de Dios.
»Entretanto, trabajad porque a vuestro alrededor se invoque al Señor Santiago ... y se unan nuevos peregrinos a este caminar de la juventud de España tras del espíritu de Cristo, única alma y causa de sus grandezas pasadas. Y pedid a los hermanos que ya llegaron junto al Apóstol que ellos, que sobre las estrellas y junto al Trono de Dios ven ya realizados sus sueños y sus ansias de gloria de Cristo y bien de las almas, sean vuestros valedores.
»En hermandad de deseos y oraciones, te abraza en Cristo».
Y en la última noche del Año Santo, con la asistencia del Presidente y Consiliario Nacionales, se celebró en la Basílica Compostelana una Vigilia de Adoración Nocturna, en nombre y representación de todos los jóvenes del frente, hospitales y zona roja.
Los turnos de vela fueron cubiertos en su casi totalidad por los heridos de los Centros de la Juventud de Acción Católica de los hospitales santiagueses.
A la terminación de la Vigilia, y antes de la Misa, el Presidente Nacional [Manuel Aparici], en nombre de toda la obra ofrendó al Apóstol la bandera del Centro de Apostolado Vanguardia número 24 de “San José”, integrada por pontoneros, como testimonio de que los Jóvenes de Acción Católica proseguirán su peregrinación espiritual tras de su propia santificación, y la de sus hermanos, en espera de poder acudir a sus súplicas a rendirle gracias en el día triunfal de la paz .
De la oración y ofrenda leída por el Presidente Nacional son estas palabras:
« ... Señor Santiago: Con esta bandera blanca, en cuyo centro campea la Cruz de Cristo, símbolo de nuestro amor anhelante, suplicamos tu protección para que nos des fortaleza de pilar en nuestro amor a Cristo y a las almas y conocimiento de nuestra responsabilidad de apóstoles de Acción Católica. Graba con pureza en nuestra mente el ansia de amar al Señor en los millones de jóvenes que esperan aquí con nuestra oración, sacrificios, ejemplos, palabras y acción siempre enteramente sumisos a los deseos del Papa y de nuestros Obispos ...
»Lógranos que, al cerrarse la Puerta Santa de tu Basílica Compostelana, se cierren las puertas de nuestro amor a toda palabra que quiera alejarnos del amor de Cristo.
»Señor Santiago, Apóstol de la Hispanidad: Ayuda a todos tus hijos de todos los continentes a que sean unos en el amor a Cristo y a las almas. Tal es tu amor de fuego [...] para que, a imitación tuya, la “gens” hispánica llegue a todos los rincones del planeta anunciando a las almas que el Señor murió por ellas para que todas pudieran por Él ser salvas ...
»Señor Santiago: Tú, que a orillas del Ebro fuiste consolado por la Santísima Virgen, haz que seamos siempre sus hijos más queridos. Santísima Virgen del Pilar, Apóstol Santiago: Alcanzadnos gracia de secundar nuestras promesas y propósitos. Como Antonio Rivera, prometemos hoy: “Seguiremos nuestro camino de peregrinos; no terminaremos nuestro apostolado, persistentes, mientras haya en nuestra Patria una sola alma de joven que no bendiga el nombre tres veces santo de Dios”.
»Honremos a nuestra amada España arrastrando a nuestro pueblo al servicio de Cristo, para que Él sea venerado por todas las razas y todas las naciones» [48].
«De 1934 a 1940 fueron seis años penosos ... Algunos conocieron la alegría de los Centros de Apostolado de Vanguardia ... Otros conservaron en la clandestinidad las esencias de la Juventud Católica; todos, un día feliz en el año esperanzador de 1940, fueron a Zaragoza para postrarse a los pies de la Virgen del Pilar. Eran otros tiempos y otras preocupaciones, también con sus peligros y sus dificultades» [49].
[46] SIGNO núm. 28, 1938.
[47] Decía Manuel Aparici: «Apóstol: El que enamora de Cristo a todos los hombres. Ni elocuencia ni simpatía, sino fe y amor. Un alma olvidada de sí misma y entregada por completo al Señor. Morir a sí mismo, vivir para Dios. Ese es el apóstol».
[48] Cf. SIGNO de fecha 8 de enero de 1939.
[49] Cf. SIGNO de fecha 28 de octubre de 1950.