«Coloso de Cristo, de su Iglesia y del Papa» (Cardenal D. Angel Herrera Oria).
«Desde 1948 está vivo en Santiago el recuerdo de Manolo y su obra» (Cardenal D. Antonio Mª Rouco Varela cuando era Arzobispo de Santiago de Compostela).
«Conocí a D. Manuel Aparici y pude admirar su obra entre la juventud, así como su vida ejemplar y gran espiritualidad en la dirección de jóvenes y sacerdotes, por lo que le hacen merecedor de los más grandes elogios. Puedo asegurar que su fama de santidad está viva en la Archidiócesis y también difundida en otros pueblos y regiones. Sus virtudes, que todos admiraron, su ilimitada dedicación al apostolado, su fe inquebrantable en la divina providencia, arrastraron a muchos jóvenes a seguir su ejemplo e incluso a abrazar el sacerdocio, llegando algunos al episcopado … » (Cardenal D. Angel Suquía Goicoechea cuando era Arzobispo de Madrid-Alcalá).
«Fue un hombre extraordinario. ¡Cuánto bien podría hacer, en la Iglesia de hoy, su ejemplo, como seglar y como sacerdote! … Me hablaban todos de la vida interior de Manolo, de la exquisitez de conciencia, de la entrega total. Al hablar así, hablan de sus virtudes en grado heroico porque no solamente la fe, sino la caridad que se entrega, una entrega total es lo que caracterizaba a Manolo. Llevaba fuego en su interior; cuando hablaba parecía no un sacerdote, sino un carismático, uno que está ungido por el Espíritu Santo. Era de una vida interior muy subida, muy fuerte. Lo que más le distinguía era la humildad y la entrega total. Que son dos virtudes básicas para decir que uno es santo; pero la entrega total sin recompensa humana de ninguna clase. Sería un gran modelo de seglares y de sacerdote» (Cardenal D. Vicente Enrique y Tarancón).
«Estimo seriamente -afirma Mons. Maximino Romero de Lema, Arzobispo de Città Nova, que la fama de santidad tiene un fundamento y que esta Canonización será provechosa para la Iglesia: ejemplo para la juventud y para los sacerdotes. Como Presidente de la Juventud de Acción Católica, su vida fue siempre ejemplar. Y los años de su sacerdocio estuvieron marcados por una espiritualidad profunda, con mucho sufrimiento». «Traté a muchos seglares de entonces beneficiados por su labor sacerdotal y todos se hacían lenguas sobre su grandeza de alma y sus acendradas virtudes. Fue todo un modelo para el clero y para el laicado español» (Mons. Antonio Montero Moreno, Arzobispo de Mérida-Badajoz).
«No pueden imaginarse la inmensa alegría que me han dado con la noticia sobre nuestro inolvidable Manuel Aparici. No cejen en el empeño de incoar la causa de beatificación y canonización de esta grande alma. El bien que puede hacer el ejemplo de su vida, enfermedad y muerte, es grande. ¡Animo y a conseguirlo!». (Mons. José María García Lahiguera, Arzobispo de Valencia).
«De sus virtudes humanas, cristianas y sacerdotales en grado heroico huelga insistir. Son de sobra conocidas. Y lo mismo cabe decir de su santa muerte, que sobrevino tras larga y penosa enfermedad, vivida con temple espiritual de santo, en agosto de 1964. Sería un gran bien para la Iglesia y para el mundo el reconocimiento de la santidad en hombres como éste. Particularmente en los tiempos presentes, cuando urge revitalizar la Acción Católica, habida cuenta de la falta de ardor y del debilitamiento de la conciencia misionera en no pocos espíritus de la Iglesia. Vivimos tiempos recios. ¿No es, además, Manuel Aparici -gran varón cristiano y apostólico- un ejemplo a imitar por los sacerdotes seculares diocesanos? En ambos sentido es importante su canonización. Supondría un fuerte aldabonazo para el despertar de la conciencia del sacerdote y del laico en la Iglesia» (Mons. Manuel Ureña Pastor, entonces Obispo de Alcalá de Henares).
«La beatificación de Manuel Aparici sin duda supondrá un gran bien para la Iglesia. Aún sin tratarle personalmente, me encuentro entre los directos beneficiarios de su labor al frente de la Acción Católica. En la actualidad, la difusión de su vida santa será de gran ayuda para la juventud que más que nunca busca ideales verdaderos y sólidos como los que transmitió D. Manuel; su vida encarna un ideal de cristiano laico que al sentir la llamada al sacerdocio hizo la inmolación de su propia vida viviendo con entusiasmo su vocación hasta la muerte; por ello también será ejemplo para las nuevas generaciones de sacerdotes» (Mons. Francisco José Pérez y Fernández Golfín, Obispo de Getafe, Madrid).
«Fue un laico ejemplar, que en sus años de Presidente de la Juventud de Acción Católica Española dio un impulso definitivo a la Acción Católica juvenil comprometiéndola a fondo con Jesucristo y su Iglesia. Su ejemplo personal supuso no sólo el avance definitivo del apostolado seglar en España, sino que influyó en la aparición de numerosas vocaciones sacerdotales y religiosas en todo el país, y entre ellas la mía. De su testimonio cristiano y apostólico yo subrayaría el valor que dio siempre a la oración, practicada diariamente por él durante varias horas, su servicio a la Iglesia, a la que quería apasionadamente, y su espíritu jerárquico, que tanto bien hizo a seglares y sacerdotes». (Mons. Mauro Rubio Repullés, Obispo Emérito de Salamanca)
«Conservo un recuerdo sumamente emocionante de algún acto celebrado en Valencia con motivo del día del Seminario en el que Manolo tuvo la intervención final, tras las de varias personalidades de la vida diocesana y civil de aquella Archidiócesis. El era todavía seglar … mientras que yo ya era seminarista. Habló más que con entusiasmo, con verdadero fervor, con profundo sentido espiritual y apostólico, y causó extraordinario impacto en todos, sacerdotes y seglares, jóvenes o adultos.
Supe luego, cuando entró en el Seminario, de su profunda piedad, de su espíritu de sacrificio y de penitencia -en el Seminario de Madrid hacía un frío terrible, a causa de los destrozos de la guerra- y de su vida de oración y siempre de apostolado. Supe también, con frecuencia, de su vida de sacerdote, especialmente, cuando bien pronto comenzó a sentirse enfermo y tuvo que dejar, poco a poco, la actividad exterior y vivir con enorme sentido apostólico, de entrega e inmolación por los sacerdotes, los seminaristas, las vocaciones y la Iglesia.
Para todos era el alma y el impulsor principal de la famosa peregrinación a Santiago
En mi opinión sería un estímulo para la juventud actual conocer la figura de Manolo, en aquel contexto e incluso con todas las connotaciones patrióticas que lo religioso tenía por aquellos años. Porque, en medio de todo ello, lo que sobresalía era la fe, la oración, la esperanza de renovación de la Iglesia en nuestra nación y particularmente de una juventud que, gracias a Manolo y a tantos otros jóvenes apóstoles, supo dar a la Iglesia muchos y excelentes sacerdotes y Obispos». (Mons. Rafael González Moralejo, Obispo Emérito de Huelva).
«Fue el creador de los Centros de Apostolado de Vanguardia. Con este motivo hubo de desplegar unas actividades que en no pocas ocasiones le supusieron peligros y sacrificios como eran las visitas a los Centros. Tenía un alma de auténtico apóstol de Cristo y se entregó sin reservas. Vino a ser lo que esperaba y fuertemente anhelaba, siendo el sacerdote santo, probado en el crisol de una larga y dolorosa enfermedad, que le sirvió para inmolarse y ofrecerse a Dios como víctima de propiciación a ejemplo del Sumo Sacerdote Jesucristo, inmolado en la Cruz» (Rvdo Mariano Barriocanal).
«Dejó una gran huella. Y si no, ¿por qué quiere Dios que a los más de treinta años de su muerte sea recordado en los ambientes eclesiales?» (Joaquín Zamora Navarro).
«Su canonización supondría un fuerte aldabonazo para el despertar de la conciencia del sacerdote y del laico en la Iglesia» (Monseñor. Manuel Ureña Pastor cuando era Obispo de Alcalá de Henares).
«¡Qué hombre bueno, que sacerdote cabal! Nos agarrábamos a su mano porque él nos entraba de verdad en la nube donde el Señor habita: Manolo percibía el misterio de la existencia sacerdotal, paladeaba los jugos de la fe. Era un sacerdote verdadero» (José María Javierre).